La originalidad es una virtud tremendamente sobrevaluada. Y no soy el único que lo dice, eh.
Ante cualquier duda (reprise)
Ante cualquier duda, consulte a su médico. Ante cualquier lucha, consulte a su bélico. Ante cualquier curda, consulte a su vértigo. Ante cualquier ducha, consulte a su gélido. Ante cualquier suma, consulte a su séptimo. Ante cualquier ruta, consulte a su séquito. Ante cualquier chucha, consulte a su fémino. Ante cualquier suba, consulte a su éxito. Ante cualquier cura, consulte a su clérigo.
Detalle oriental
Hoy, el insufrible sujeto que escribe únicamente en forma de haiku confecciona la lista del supermercado para su mujer:
poco pido hoy
frugal cual mariposa
pan, miel y el diario
alfajor, Blem
limpiezas y sabores
acá se mezclan
¡oscuro porch!
cien watts bajo consumo
la luz darán
zumban mis sueños
no es timbre ni taladro
necesito Off
¡tan seco, vientre,
sin dosis de yogur!
(promo pack seis)
y ya que estamos
no viene mal All-Bran
ayuda extra
máquina Schick
espuma old Spice, Axe
todo bien macho
¿falta algo? ¡no!
sólo tu beso al volver
y chicles, claro
Señal
No me pienso dejar engañar por tanto palabrerío astronómico. Ese firulete de luz colgado del horizonte, al que insisten en disfrazar de cometa, no es otra cosa que la señal que estuve esperando toda mi vida. Y apenas den las doce pienso cumplir con mi destino y salir a sacrificar doncellas con este puñal tan curvo, tan frío, tan devastadoramente elegante.
Ante cualquier duda
Respire normalmente, excepto cuando suenen las campanas. Siempre intente ordenar las botellas en orden alfabético. Recomendamos optar por ropa interior cómoda en tonos pastel. Los sábados de Abril, abra todas las ventanas del ala sudoeste. Mantenga al menos un ojo cerrado constantemente. Si lo atacan los colibríes, presione tres veces el botón rojo. Ante cualquier duda, consulte a su médico. Ante cualquier otra duda, consulte a su clérigo.
No digas que no te avisé
Vos suponés que cuando llegue ese momento vas a poder dedicarte a mirar lánguidamente por la ventana mientras le das una larga pitada al cigarrillo y cruzás las piernas para que asomen un poco más tus medias azules. Anticipás una transición civilizada, repleta de sonrisas, apretones de manos y planes para encontrarse a cenar. Das por descontado que los candelabros estarán siempre relucientes y que alguien se ocupará de que las ventanas no chirríen al abrirse con el viento.
Pero yo vine hoy para advertirte que las cosas se van a complicar bastante. Ellos van a calzar botas viejas, pesadas, ruidosas y llenas de barro. Algunas de las fotocopias estarán manchadas con sangre, otras redactadas en alemán o polaco. En lugar de festivales y siestas te encontrarás con trifulcas, intoxicaciones y desollamientos. No habrá oportunidad de estrenar ninguno de tus flamantes vestidos y vas a terminar tratando de disimular las lágrimas mientras alguien, irremediablemente borracho, silba una polca desafinada en el patio.
Después no digas que no te avisé.
Estadísticas 2006
A principios de este año, que ya se nos está terminando de escurrir entre los dedos, instalé en el servidor de Amor Entintado un nuevo paquete de captura de estadísticas con características muy superiores a cualquier otro que hubiera probado hasta ese momento. Esta notable herramienta me permitió conocer muchísimo acerca de este humilde weblog y de los visitantes que han tomado la cuestionable costumbre de pasear por sus páginas.
A modo de resumen del 2006, entonces, es que aquí presento una selección de los detalles más curiosos y reveladores recopilados a lo largo de estos doce meses:
- Se publicaron 77 posts, sumando cerca de 40000 palabras. La palabra más utilizada, exceptuando artículos y pronombres, fue "zopenco".
- De los 1145 comentarios registrados en este período, un 86% fueron infinitamente más interesantes que el post al que respondieron (lo cual, me temo, no es gran mérito).
- Cerca del 97% de nuestros visitantes primerizos llegaron aquí desde Google o Yahoo buscando la peculiar frase "flagrantes adiposidades", la cual (curiosamente) jamás había aparecido en este sitio hasta el día de hoy.
- 9 de cada 10 visitantes poseen, poseyeron o poseerán pantuflas frizadas con estampado de tartán escocés.
- Todos los guarismos indican que este weblog, como ciertos programas de televisión, trae suerte (queda por definir si buena o mala, claro).
- Alrededor del 34% de los visitantes son de género masculino. Las representantes del género femenino suman alrededor del 42%.
- Existen pruebas innegables de que todos los que alguna vez comentaron en estas páginas inadvertidamente comparten con el autor un terrible, condenatorio e inevitable destino. Para cuando nos enteremos de qué se trata, ya será demasiado tarde.
Ahora que ya saben un poco más acerca de quien esto escribe y de ustedes mismos, es muy posible que reconsideren muy seriamente su intención de seguir siendo visitantes asiduos de este tugurio durante el nuevo año que se avecina. Créanme que no los culpo.
Pero sepan que acá siempre encontrarán tostadas recién hechas, algo fresco para tomar y una puerta desvencijada pero abierta de par en par.
Copywrong
Acabo de patentar una idea que debería transformarme en multimillonario en pocos meses, si mis cálculos son correctos. Se trata de una innovadora tecnología de protección de copia que buscará terminar con el problema de la piratería, ese incesante e inmoral flagelo que hoy azota al mundo del arte.
Mi sistema, al que denomino Copywrong™, ofrece una solución elegante, transparente y efectiva para proteger los derechos de autor de todo tipo de obra. Comprenderán ustedes que no pueda revelar en este momento ningún tipo de detalle técnico, por obvias cuestiones legales y de secreto industrial, pero sí intentaré describir la forma en que opera esta revolucionaria tecnología.
En rigor a la verdad, Copywrong™ no impone ningún tipo de impedimento físico a la realización de una copia no autorizada, pero las reproducciones siempre resultarán de menor calidad que los originales. Y aquí no me refiero a una inferioridad en el sentido técnico o material del término, sino al más puro nivel artístico. Además, las reproducciones ilegales continúan llevando consigo el sistema Copywrong™ activado, por lo que subsiguientes intentos de copia producirán engendros que continuarán degradándose en forma exponencial.
Permítanme ilustrar este concepto con ejemplos concretos. Supongamos que un vándalo realiza fotocopias de un ejemplar de "Las aventuras completas de Sherlock Holmes" protegido con Copywrong™. En la primera copia, Sherlock sigue logrando resolver todos los misterios que se le presentan, pero todo resulta bastante más complicado: algunos de sus disfraces fallan, ignora varias pistas importantes que tiene frente a sus narices y su fiel ladero Watson tiene que sacar las papas del fuego en diversas ocasiones. Para el momento en que alguien realice una copia de ese primer facsímil, y luego otra copia de la segunda copia, notaremos que los embusteros, traficantes y asesinos de todas las historias se salen invariablemente con la suya porque Holmes es un borracho inútil que se la pasa tocando el violín en su estudio y Watson termina decidiendo aliarse con el Profesor Moriarty para seguir la provechosa senda del crimen.
Algo similar ocurrirá en el caso de grabaciones musicales, por supuesto: la primera duplicación no autorizada de "Sonata n°1 para piano y cello" de Beethoven contendrá notas pifiadas aquí y allá, y el tempo en el allegro vivace sonará algo rezagado. La décima copia directamente se asemejará a la canción "La gallina turuleca" interpretada en acordeón y bombo por la barra brava de Sportivo Barracas.
Podrán ustedes a esta altura imaginarse el efecto que Copywrong™ puede tener sobre el arte plástico: en nuestras pruebas de laboratorio, una fotografía digital de alta calidad de "El beso" de Gustav Klimt se transformó en unos garabatos indignos de un niño en edad de preescolar en tan sólo un puñado de pasos.
Para finalizar, y como prueba cabal e innegable de que esta tecnología funciona perfectamente, este mismísimo weblog es sin ir más lejos una copia de cuarta generación de un original protegido con Copywrong™ que, para ser sinceros, tampoco era nada del otro mundo para empezar.
Señas particulares
Rasgos angulosos, ángulos redondeados, redondeces turgentes, turgencias desbordadas, desbordes endiablados, diabluras perdonables, perdones mentirosos, mentiras blancas, blancuras tentadoras, tentaciones lujuriosas, lujurias arrebatadas, arrebatos infantiles, infancias movidas, movimientos silenciosos, silencios pensativos, pensamientos fraseados, frases ocurrentes, ocurrencias citables, citas textuales, textos ojeados, ojos rasgados, etcétera.
Tócala de nuevo, Sam
La repetición textual de una misma idea, más allá de denotar una falta absoluta de amplitud de recursos y elegancia literaria, suele utilizarse como un pueril intento de convencer al lector de la veracidad de un concepto a todas luces falaz o erróneo.
Del mismo modo, la repetición textual de una misma idea, más allá de denotar una falta absoluta de amplitud de recursos y elegancia literaria, suele utilizarse como un pueril intento de convencer al lector de la veracidad de un concepto a todas luces falaz o erróneo.
Hacerse bien el sota
Sean todos bienvenidos a esta flamante sección denominada "Lunfardo Hoy", en la que nos dedicaremos a desentrañar los más oscuros misterios de este dialecto rioplatense mediante clarificadoras muestras de su uso en la conversación diaria.
El término de hoy: Hacerse bien el sota
Ejemplo práctico de su utilización: Vos tenés que tener en cuenta que el tipo era una especie de héroe nacional, Ricardo. Fijate: apenas se recibió de bioquímico, inventó esa vacuna contra la idiosincracia argentina endémica y zácate, en cuestión de meses pasamos a tener un índice de corrupción gubernamental más bajo que el de Noruega y menos accidentes de tránsito que en la época de las carretas. Al tiempito nomás, aquel verano en que fue lo de la invasión venusina a Buenos Aires, el quía estuvo al frente de nuestras tropas durante toda la defensa y fue el que se avivó que tirándoles con balas rellenas de dulce de leche en lugar de plomo los bichos caían como bolsa de papas. Y encima, ese mismo año, lo pusieron de DT de la Selección... ¡y nos sacó campeones mundiales después de treinta y seis años de sequía! ¿Sabés lo que significó eso para nosotros? Justamente por todo esto es que, cuando saltó lo de la estafa a los viejitos del geriátrico y después ese temita desagradable de las acusaciones por estupro, todos nos hicimos bien los sotas.
La novela
Sin duda alguna, el punto más bajo en esta deplorable desgracia literaria llega cerca del final, cuando de buenas a primeras la novela simplemente se autofagocita y no queda en este mundo (ni en las memorias de sus pobres lectores) traza alguna de los más de ochenta insufribles capítulos precedentes. En cuestión de un instante, toda ella muta en una torpe crítica de sí misma, perdida entre los desvaríos de un mediocre escritor obsesionado con el árido chasco de la eterna autorreferencia.
En el baño es complicado
En el baño es complicado, porque no hay espacio para maniobrar y cada movimiento, por mínimo que sea, se topa enseguida con alguna arista de cerámica, dura y fría. Es también muy probable que alguno de los tornillitos se nos resbale de los dedos y termine escurriéndose por los huecos de la rejilla del desagüe, entre el inodoro y el bidet. Encontrar algún rincón libre para almacenar los flanes es siempre una tortura, obviamente, y la acústica será muy apta para cantar en solitario pero el eco se torna bastante molesto a la hora de armar un canon decente. Encima, entre la humedad natural de la zona y el vapor de la ducha, estas membranas suelen pegotearse enseguida a los azulejos, y si uno llega a dormirse apoyado contra la pared después es un tremendo problema levantarse sin perder un pedazo de ala.
Por eso digo que el ambiente ideal para completar tranquilamente el proceso es siempre el garaje, o en su defecto algún placard viejo forrado de papel de colores y al que entre algo de luz por una rendija, pero únicamente a la tardecita, eso sí.
Valle de Las Cuevas Malbec
Elaborado íntegramente con uvas cultivadas sobre las laderas septentrionales del río Las Cuevas, protegidas naturalmente de los ocasionales extremos del clima cuyano, este vino representa el pináculo de más de un siglo de desarrollo enológico en las Bodegas Maison Tintée. Cuidadosamente cosechadas en su punto justo de madurez, las uvas son despalilladas por un grupo de monjes tibetanos dentro de pequeñas habitaciones oscuras, pasando luego a un proceso de fermentación y maceración no menor a cinco años, bajo temperaturas constantemente controladas.
En nariz se presenta suavemente especiado, con aromas a canela, tabaco, frutas confitadas y cuero claramente distinguibles en una primera olfación, causados sin duda por su prolongado estacionamiento en barricas de roble de Eslavonia, pinotea y PVC. Es posible percibir, en inspección más profunda, ciertos dejos a vainilla y pimienta, coronados por una personalísima combinación de lavanda, cordero asado y trusa antigua.
Redondo, aterciopelado y casi imperceptible en su acidez, es al momento de beberlo que el Valle de Las Cuevas Malbec realmente muestra su carácter excepcional. Su ataque sedoso y equilibrado es pleno en notas de frambuesa, manteca y tierra húmeda, con taninos suaves y agridulces. El final de boca es prolongado y persistente, combinando puntos de café torrado, plátano verde y una particular salinidad, reminiscente de las lágrimas mezcladas con sangre que se nos agolpaban en la garganta aquella madrugada en que nuestra madre nos abrazó fuerte, muy fuerte, prometiéndonos entre susurros entrecortados que esa sería la última vez que ese cerdo borracho e infame nos golpeaba así, blandiendo el cinturón como un látigo infernal a lo largo de interminables minutos, con los ojos desencajados y esa espantosa espuma en la comisura de los labios.
Ideal para acompañar quesos blandos, carnes de caza y espárragos gratinados.
Esas pequeñas cosas
Un rato antes de embarcar para volvernos a Buenos Aires me asaltó (como siempre) esa desesperación de no tener nada para leer durante el vuelo, en caso de que no pudiera dormir. Así fue que entré a uno de los varios puestos de libros y revistas que se multiplican en el aeropuerto y pasé a revisar pacientemente la oferta literaria. Me terminé decidiendo por Never let me go (traducida al castellano como Nunca me abandones), la más reciente novela del japonés-británico Kazuo Ishiguro. Ya había disfrutado antes de su estilo sobrio y delicado (casi se diría untable), así que supuse que no podría estar equivocándome demasiado en mi elección.
Como también suele ocurrir, no llegué a leer más de un capítulo en el avión antes de caer desmayado por el sueño, despatarrado en alguna pose invariablemente indigna. El pobre libro entró entonces en modo "lectura fuera de período vacacional", en el que apenas puedo encontrar el tiempo para avanzar, con suerte, seis o siete páginas por día. Varios de los volúmenes que en el pasado cayeron en este limbo terminaron siendo abandonados, casi siempre injustamente.
Pero eso no está ocurriendo en este caso, y creo que se debe a circunstancias totalmente ajenas a sus méritos artísticos. No es que la historia no me atrape (de hecho, me resulta bastante entretenida, más allá de un trasfondo argumental algo remanido en estos últimos años), pero lo cierto es que hay pequeños detalles de diseño que están actuando como imanes subconscientes.
Por poner un ejemplo, me atrae muchísimo la tipografía que eligieron. Busqué el nombre en la referencia técnica de las primeras páginas, pero no supe encontrarlo. Es bastante genérica, pero hay ciertos rasgos (la patita alargada de la R mayúscula, las serifas en la y minúscula apuntando todas para el mismo lado) que me resultan fascinantes.
Pero lo que más me seduce, por lejos, son los minúsculos garabatos antropomórficos que cada tanto marcan algún salto dentro de la narración. Hay varias docenas a lo largo del libro, todos distintos entre sí. No sé todavía si tienen algo que ver con la trama, pero lo cierto es que cada vez que levanto el libro me propongo como meta tácita llegar hasta el próximo dibujito, para quedarme después estudiándolo por un rato, embobado.
Vaya uno a saber cuántas veces, a lo largo de mi vida, terminé dándole mayor relevancia que la merecida a algo debido a cositas así, tan intrascendentes a primera vista pero planeadas seguramente con gran cuidado.
Al final va a resultar que los especialistas en marketing subliminal tuvieron siempre toda la razón.
Consultoría externa
Que la vida del trabajador circense no es un oasis de opulencia es un hecho ampliamente demostrado. Pero algunos miembros del Circo de los Hermanos Farfalla no sólo se multiplican laboralmente en el ámbito de las carpas, sino que también hacen uso de sus respectivas habilidades en pequeñas tareas rentadas allá afuera, en el mundo real. Luciendo sus largos zancos, los equilibristas limpian la parte superior de los toldos en el almacén del pueblo que les toca en suerte cada semana. Los payasos dan rienda suelta a su angustia acumulada, derramando gordos lagrimones mientras posan para óleos espantosamente cursis. Si alguien dejó caer una moneda en algún rincón inaccesible, no tiene más que acudir a Josefina, la bella contorsionista (a quien las malas lenguas acusan de entreverarse en actividades bastante menos inocentes, aprovechando su extraordinaria flexibilidad corporal y las fantasías desbordadas de la población masculina de la zona).
Pero el negocio externo más exitoso es quizás también el más macabro: esos simpáticos enanos que durante la función de matiné hacen las delicias de los niños, por las noches conforman un temible grupo de asesinos a sueldo capaces (por el precio correcto) de escabullirse en casas ajenas a través de claraboyas, rendijas o desagües y estrangular sin remordimientos a la víctima de turno con sus minúsculas manitos enguantadas.
Dicen que, de todos ellos, el más mortífero y salvaje es un tal Firuletín.
(Anteriormente, en esta misma saga: Juntos y bien revueltos - Escape - Roles múltiples)
El Síndrome Entintado
Seguramente existan varios estudios dedicados al Síndrome Salinger (que bien podría rebautizarse, por ejemplo, como Síndrome Harper Lee). A grandes rasgos, esta supuesta patología suele referirse a aquellos escritores que en un punto muy tempranero de sus carreras se encontraron con un grán exito de crítica y ventas, y que luego (quizás temerosos de no poder colmar las expectativas con sus siguientes obras, quizás asqueados de la popularidad y el constante escrutinio) optan por "desaparecer" tanto del mundo literario como de la vida pública. Frecuentemente, este hermetismo autoimpuesto se combina a lo largo de los años con una serie de rumores (habitaciones rebosantes de manuscritos sin publicar, fotografías borrosas saliendo de un supermercado, confesiones de viejos amantes) que no hacen otra cosa que seguir agigantando la leyenda.
Yo humildemente propongo la institución del Síndrome Entintado, antípoda del fenómeno al que se hace referencia en el párrafo anterior. En este caso, el autor directamente decide jamás crear su obra maestra (ni al principio, ni en la mitad, ni al final de su carrera literaria), debido sobre todo a su absoluta incapacidad intelectual para hacerlo. Así pasa sin escalas a generar una larguísima sucesión de bodrios irremediables, los cuales logran la difícil tarea de decepcionar a un público que ya de por sí no esperaba absolutamente nada. Y lejos de ocultarse, avergonzados por sus nulas aptitudes artísticas, aquellos afectados por este trastorno deciden poner su intimidad a disposición de cualquier tipo de escrutinio popular, revelando a grito pelado su color favorito (amarillo cadmio) o detallando los alimentos que les producen acidez estomacal (cualquier cosa al ajillo) ante quien tenga la mala suerte de cruzarse por su camino. Los ejemplares más peligrosos de esta cofradía pueden llegar al espantoso extremo de publicar su propio weblog, desparramando sus despropósitos en el éter sin ningún tipo de control.
Sólo espero que nadie se me haya adelantado a implementar esta novedosísima idea. Odiaría perderme los millones de dólares que esperan ser acumulados en concepto de derechos de autor.
Medicina de alta mar
A la hora de repasar los variopintos miembros de la malograda tripulación de "La Mozalbeta", uno de los nombres quizás más injustamente olvidados es el de Vicente Magariños, un frágil anciano oriundo de Galicia que ocupó el cargo de médico oficial de la nave. Serán estos breves párrafos un intento de rescatar a este notable personaje del rincón más oscuro de la historia.
Durante los más de doscientos días que duró aquel patético intento de travesía comandado por el capitán Lozano, apenas hubo descanso para el doctor Magariños. Recordemos que la amplia mayoría de los tripulantes de la nave eran poco más que pandilleros barriales, estafadores y reos de la peor calaña, y es bien sabido que las vidas licenciosas que caracterizan a este tipo de individuos no son conducentes a un óptimo estado de salud. El ya magro panorama se complicaba aun más por las cuestionables condiciones sanitarias de "La Mozalbeta": entre el apuro por reconstruir la nave (al que ya nos referimos oportunamente) y su escasa idea de todo lo relacionado a la ingeniería naval, Lozano jamás pensó en cubrir algunas de las necesidades más básicas, por lo que los sesenta y ocho tripulantes se vieron obligados a compartir un mismo excusado de sólo un par de metros cuadrados, que hacía las veces de ducha, lavatorio y retrete. Si a estas condiciones sumamos la escasa cantidad y variedad nutricional de los alimentos que se embarcaron al zarpar, no resulta sorprendente que males como el escorbuto, el beriberi, la difteria y el cólera hicieran estragos entre estos infortunados marinos.
Nuestro solitario facultativo, sin embargo, jamás pareció amedrentarse ante la terrible situación. Encerrado en su pequeño camarote, el cual utilizaba también como consultorio, Magariños hacía pasar de a uno a los hombres que se abarrotaban a su puerta, muchos de los cuales lloraban de dolor por las llagas que se multiplicaban en sus bocas, deliraban consumidos por la fiebre, o simplemente se desmayaban por culpa de la deshidratación y los calambres intestinales. Hablando en tonos dulces y monocordes, el doctor los hacía recostar en un pequeño camastro y procedía a auscultarlos con cierta parsimonia. Magariños luego consultaba durante largos minutos un enorme libraco de tapas de cuero con la palabra "Vademécum" inscripta en letras doradas, al cual jamás permitía que se le acercara nadie que no fuera él mismo. Por último, metía sus manos en un misterioso baúl negro, mezclaba vaya uno a saber qué brebajes, y emergía tras unos minutos blandiendo una vetusta cuchara que invariablemente rebosaba de un líquido pegajoso y dulzón. Y a pesar de que sus recetas caseras para las distintas enfermedades parecían ser (al menos a simple vista y gusto) notablemente semejantes entre sí, lo cierto es que todos aquellos que entraban a su consultorio casi al borde de la muerte, resurgían minutos después desbordantes de una eufórica energía, listos para volver a enfrentar la dura vida en alta mar.
El capitán Lozano, con buen tino, consideraba al doctor como una pieza fundamental para mantener la relativa integridad de su tripulación, y se preocupó siempre por su seguridad durante los numerosos motines que se sucedieron a lo largo de su periplo. Sin embargo, durante una feroz revuelta que tuvo lugar pocos días antes de la zozobra final de "La Mozalbeta", Magariños fue atacado por un grumete absolutamente enloquecido por el hambre y el intenso frío, quien lo arrojó por la borda acusándolo a grito pelado de practicar magia negra y de ser el responsable de que Dios los estuviera castigando.
Tras su muerte, llegado el momento de vaciar el camarote del malogrado doctor y lidiar con sus efectos personales, es que nos encontramos con las aristas más notables de esta historia. Cuando los curiosos marinos al fin tuvieron la oportunidad de asomarse a las páginas de su afamado vademécum, constataron con asombro que los únicos contenidos que guardaban dichas páginas eran litografías en tinta china de señoritas muy ligeras de ropa, enfrascadas en actividades bastante alejadas de la ciencia farmacéutica. Y su baúl de médico, al que suponían atiborrado de decenas de distintos componentes medicinales, tan sólo contenía tres sustancias (hecho que claramente develaba la misteriosa similitud entre todas sus recetas): un botellón de melaza de cedro, un frasquito con agua de alcanfor y catorce kilogramos de polvo de opio de gran pureza.
Si bien varios historiadores luego comprobaron que Vicente Magariños jamás había obtenido ningún tipo de entrenamiento en las artes medicinales y que se trataba en realidad de un simple charlatán de feria, quien esto escribe se niega a minimizar su indiscutible aporte en esta fascinante aventura.
Es hora de levantar nuestras copas en su memoria, buen doctor. ¡Salud!
(Anteriormente, en esta misma saga: Proa hacia allá, Madera verde)
Quod erat demonstrandum
Proposición: El presente teorema busca refutar, de manera sucinta y elegante, la noción de que todo teorema debe contar necesariamente con una demostración unívoca, clara y completa, generalmente compuesta por una secuencia finita de fórmulas lógicas bien formadas y basada en una o varias técnicas ampliamente aceptadas en el mundo de la lógica matemática.
Demostración: ¡Listo! Q.E.D.
Alfalfa, Beto
Alberto, bufando, carga dos enormes fardos. Granos, hierbas, instrumental japonés; kilogramos liados malhumoradamente. ¡Nunca ñandúes! Ofuscado, patalea. Quiere renunciar. Sonrió trabajando, una vez: whisky, xilofones y zapatos.