La novela

Sin duda alguna, el punto más bajo en esta deplorable desgracia literaria llega cerca del final, cuando de buenas a primeras la novela simplemente se autofagocita y no queda en este mundo (ni en las memorias de sus pobres lectores) traza alguna de los más de ochenta insufribles capítulos precedentes. En cuestión de un instante, toda ella muta en una torpe crítica de sí misma, perdida entre los desvaríos de un mediocre escritor obsesionado con el árido chasco de la eterna autorreferencia.