Personal

Cítricos

En el jardín tenemos tres árboles frutales, todos cítricos: un limonero, un naranjo y un mandarino. Están a un costado de la casa, en un lugar ni tan soleado ni tan oscuro, y no les prestamos más atención que al resto del jardín (es decir, casi nada).

Y sin embargo cada invierno dan más frutas que el anterior, como si redoblaran año a año los esfuerzos para ganarse nuestro cariño. Nosotros seguimos ignorándolos, estoicos.

Portastudio

Esta Tascam Portastudio (técnicamente, “Ministudio Porta 02”) está en mi escritorio y clasifica hace rato como reliquia. La compré en el año 2000, inspirado en los demos caseros de Mountain Goats o Elliott Smith, creyendo equivocadamente que herramienta equivale a talento.

Lo primero que grabé fue un cover de “Ain’t no sunshine” de Bill Withers, que se extravió junto a un puñado de otras grabaciones en la caja de cassettes de cinta de metal que usaba en ese primer intento de estudio casero. Mejor así, créanme.

Más allá de la cuota de nostalgia personal, es lindo tenerla ahí y mover cada tanto las perillas y los deslizantes, que mantienen la resistencia del primer día. Mención especial para el color: un azul acerado con detalles en naranja al que las fotos no le hacen justicia.

Creo que es mi adorno favorito.

The Disaster Artist

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A pocas cuadras de nuestro hotel en Kyoto estaba el complejo Hongan-ji, una serie de templos y edificios en un predio enorme que sirve de centro principal y escuela de una secta del budismo llamada Jōdo Shinshū, la más popular en Japón. El tifón de los días anteriores había roto algunas ramas de los árboles del gran patio central y ahí encontramos a este señor, en equipo de lluvia pero descalzo, retratando a mano alzada las secuelas de la tormenta.

El Templo del Pabellón de Oro

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A fines de octubre 2017 estuvimos en Japón y saqué muchas fotos. Muchas fueron en su momento a mi cuenta de Instagram, pero en un intento de sacudir a este blog de su modorra iré publicando acá algunas de las que más me gustan.

Arranco con esta del Templo del Pabellón de Oro (Kinkaku-ji 金閣寺, en idioma original), un templo zen que originalmente era la villa de descanso de un shogun de fines del siglo XIV. 

Estaba lloviendo, como casi todo el tiempo en el que estuvimos en territorio japonés (justo nos agarró un tifón), pero a quién puede importarle mojarse un poco en semejante lugar.

Lillie

Lillie no era diminutivo de Liliana o Lillian. Su padre sueco la había bautizado así en 1930: Lillie (con dos eles) Elisabeth (con ese). Todavía guardaba una cucharita de plata que usaba de chica con sus dos nombres grabados en el mango. 

Era profesora de inglés en colegios secundarios. Podía recordar apellidos y promociones enteras de décadas pasadas. Su letra en el pizarrón era tan elegante como sobre el papel y si se cansaba de escribir con la mano derecha podía seguir con la izquierda casi sin que se notara el cambio.

También daba clases particulares en su casa de Turdera, en un altillo convertido en aula al que se llegaba subiendo por una escalera demasiado empinada. La madera del piso crujía y el ambiente olía a tiza y libros. 

En las reuniones familiares cocinaba mucho y de todo. Aún cuando Bobbie, su marido, se encargaba del plato fuerte (guiso de bacalao o conejo al vino blanco), ella complementaba la mesa con una multitud de platitos, bandejas y bowls: ensaladas, tartas, purés, salsas. Ya después del postre y el café, invariablemente, se daba cuenta de que no había traído a la mesa algún plato, olvidado en la heladera o el horno. 

En los ratos libres miraba series y hacía crucigramas en castellano y en inglés, con letra prolija y efectividad envidiable, canturreando en voz baja, siempre contenta. Siempre sonriendo. 

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Hace un par de semanas se murió mi abuela Lillie. Se terminó de morir, en realidad: sus últimos años fueron de esos en los que el cuerpo y la cabeza se desmoronan a un ritmo alarmante.

Pero aún cuando ya no podía hablar y rara vez nos reconocía, esa obstinada alegría se resistió a abandonarla. Por algo será. 

Tinta de mentira

Este año quiero darle prioridad a avanzar con cosas nuevas, así que (por supuesto) lo primero que hice fue mirar para atrás y ponerme a repasar lo viejo.

Pasé los primeros ratos libres del 2015 corrigiendo, editando y ampliando Demasiado tiempo libre, el ebook que recopila algunas cosas publicadas en este blog. En su versión original, el librito abarcaba el período entre 2004 y 2009, así que aproveché la oportunidad para agregarle algunos textos publicados entre 2010 y 2014, cosa de cubrir los once años de vida de estas páginas. Ojalá se notara algún tipo de evolución después de tanto tiempo, pero no.

Esta vez puse mayor énfasis en la parte estética, siguiendo la filosofía de que si el relleno es sospechoso, entonces que al menos la empanada luzca bien a la vista. Usé una herramienta llamada Vellum, que permite armar ebooks muy elegantes y comprobar en tiempo real cómo se verían en una variedad de lectores físicos:

Vellum en acción, mostrando un preview del libro tal como se vería en un Kindle Paperwhite.

Vellum en acción, mostrando un preview del libro tal como se vería en un Kindle Paperwhite.

Terminado el montaje del libro, Vellum se encargó de generar versiones en formato ePub (para iPad, iPhone, Nook, etc.) y mobi (para Kindle). A partir de esos archivos, usé Calibre (venerable herramienta de administración de libros electrónicos) para generar las versiones en pdf y rtf.

El resultado, hermoso a la vista pero fuera de garantía en todo aspecto artístico, queda para siempre disponible en esta página dedicada. Si se arriesgan a leerlo y tienen alguna sugerencia, comentario o amenaza de muerte, no duden en acercármela vía mail o Twitter.

Algo lindo

La mayor parte de lo que escribí en mi vida adulta está en este sitio. Cada tanto se me da por repasarlo y, en general, casi nada me termina de gustar. Calculo que es una reacción lógica: ¿quién está conforme con lo que hizo hace diez, cinco o dos años? Calculo que la intención de mejorar no se agota nunca.

Más allá de flaquezas insalvables por el lado de ideas, técnica y talento, sufro una tendencia fatal a lo farragoso. Uso demasiadas palabras que, para peor, tampoco suelen ser las indicadas. Como dijo hace poco Nicolás Poulsen (y suscribo con entusiasmo), "escribir es darse cuenta de que va esa palabra y no otra". Quiero encarar el teclado de acá en más con esa filosofía en los dedos.

En el pasado, muy de vez en cuando y por casualidad, escribí algo que todavía hoy veo con buenos ojos. Me conformo con que esos aparentes aciertos se den más seguido. Y para darles oportunidad de aparecer, trataré de hacerme tiempo para escribir más.

Quizás alguna tarde, sin previo aviso, aparezca acá algo lindo.

Postales de verano

No se me ocurre señal más placentera y brutal del avance irremediable del tiempo que ver crecer a los propios hijos.

Gonzalo, por ejemplo, luce ya tatuajes dignos del más tumbero de los alumnos de preescolar y sueña con ser el número cuatro titular de Club Atlético Fénix.

Gonzalo y sus tatuajes playeros

Gonzalo y sus tatuajes playeros

Y se comenta que Mateo está agenciándose un abogado para emanciparse de sus padres y salir a recorrer el mundo dedicándose únicamente al surf y la parranda, auspiciado por una bebida energizante.

Mateo hace surf

Mateo hace surf

Mateo sigue haciendo surf

Mateo sigue haciendo surf

(La foto de Gonzalo es una captura original de La Entintada, pero las de Mateo -junto con el resto de este photoset de Flickr- son obra del talentoso fotógrafo y surfer Rafa Martino)

El caballero dorado

Como quien suscribe está bastante remolón a la hora de ponerse a escribir, su hijo Mateo decidió darle un poco de movimiento a este rincón con una heroica comedia de enredos. A continuación, su primer cuento ilustrado: 

2012-05-12-05-55-30-PM-LA(0)-LO(0).jpg

Para terminar, una transcripción fiel de esta notable ópera prima:

El caballero dorado

habia una ves un señor muy pobre tan pobre que no tenia para comer un dia se fue a un pueblo perdido en el tiempo que el que llegaba ba a ser un caballero en tonces el señor no sabia eso porque no le dan diario el señor beia las mas lindas flores del mundo el rey lo bio y le dijo que el iva a cer el caballero dorado el señor penso que era un juego y acepto la imvitacion fue y le parecio un castillo de verda y despues penso que iva a cer una linda pelicula el rey penso que queria ber una pelicula lo llevo al cine y el señor penso que el iva a ver una pelicula guena y el rey le dijo bas a cer el caballero dorado en la vida real el señor se puso muy contento y le pagaban y no sufrio nunca mas

FIN

La gran manzana

Estas imágenes fueron tomadas en la ciudad de Nueva York a principios de noviembre de este año, durante una breve visita en la que un seguro servidor trató de no dar demasiada lástima durante el celebérrimo maratón que se corre por sus calles:

(Click en las imágenes para agrandarlas)

Córdoba

Algunas fotografías de una reciente visita del Clan Entintado al Valle de Punilla en la provincia de Córdoba:

(Click en cada imagen para verla más grande)

Sinestesia

Sinestesia es un gran programa de radio rebosante de buena música que se emite todos los viernes de 21 a 23 (hora de Argentina) y que puede escucharse vía Internet en Mansa Radio (http://www.mansaradio.com.ar). Hace unos días, los talentosos conductores de dicho programa (@_susanette y @repetitivo) sufrieron un episodio neurológico simultáneo que nubló momentáneamente su capacidad para distinguir el bien y el mal, y decidieron entonces invitarme vía Twitter a salir al aire con ellos. Ni corto ni perezoso, me presenté en los estudios de transmisión antes de que pudieran arrepentirse de su error y procedí a contaminar el éter con mi lamentable dicción e incomprensibles anécdotas, ante la desesperación de los mencionados locutores y sus colaboradores (la encantadora productora @OUIiJA y la no menos adorable @ceciliahorton).

El resultado de aquella noche irrepetible (por disposición legal del Comité de Radiodifusión) puede disfrutarse en el reproductor online de aquí abajo, o descargarse como un archivo en formato MP3, si así lo prefieren.

Espero que lo disfruten y se transformen en oyentes asiduos de Sinestesia, que cuando el invitado no soy yo es infinitamente mejor.

Quinquenio

Hace exactamente cinco años, con una parrafada de dudosa factura que comenzaba a marcar la pauta indudable de lo que vendría después, este bonito weblog hacía su debut. Hoy, cuatrocientos posts y más de cinco mil comentarios más tarde, seguimos acá y todo indica que no nos vamos a ningún lado.

La vida de Amor Entintado coincide con algunos de los mejores años de la mía propia y se me hace imposible separarlas. Escribo esto, mal o bien, con el mismo entusiasmo que aquellas primeras pavadas. Lo disfruto muchísimo y, por lo tanto, lo hago un poco (bastante) para mí. Pero lo cierto es que, más allá de ese egoísmo, el paquete termina de cerrar cuando le llega a alguien de afuera, a otro que no soy yo.

Vaya entonces un gran abrazo, imaginario pero bien real, para todos los que malgastan un rato de sus vidas en este rincón.