Personal

De regreso

Luego de una fórmula combinada de dieciocho horas de avión, veinticinco libras de papas fritas consumidas y centenares de millas cuadradas de arenosas playas desdeñadas con vigor por un sorprendentemente pulcro Mateo, aquí estamos de vuelta en el punto exacto que nos vio partir.

Y traemos con nosotros renovados bríos, sobre todo para averiguar exactamente qué son los bríos y a qué oficina hay que dirigirse para realizar el trámite de renovación.

Los extrañamos mucho, de verdad.

Un año

Cuentan los que realmente saben que lo mejor de cumplir un año no son los festejos ni los invitados ni los regalos, sino que al fin la propia boca resulta lo suficientemente grande como para comer más de un chupetín a la vez.

(Nota al margen: El clan Entintado en pleno estará de periplo vacacional por unos días, así que es probable que las actualizaciones de este rincón sean aún más esporádicas que lo habitual. De todas maneras, prometo solemnemente aprovechar cada oportunidad cerca de una conexión internética para pispear comentarios y mandar saludos.)

Bombas de verdad y belleza

Me gusta leer absolutamente todo lo que cae en mis manos. Tengo además la suerte de pertenecer a una familia en la que las bibliotecas de mis padres y abuelos están atiborradas de libros de todo tipo, estilo y época (como ejemplo, basta ver una de las fotografías que publiqué hace un tiempo en este post), las cuales vengo saqueando regularmente desde que tengo uso de razón. Clásicos, modernos, best-sellers, rarezas, cuentos, novelas, poesía: no le hice ni le hago ni le haré asco a nada.

Sin embargo, uno de los escritores que más admiro y que figura de manera prominente en una larga lista de influencias (todas ellas mal canalizadas, claro) de mi vida literaria no fue descubierto entre esas páginas sino aquí, en el dudoso mundo virtual de Internet. Su nombre es Joey Comeau, es canadiense y, según tengo entendido, no supera los veintitrés años.

El hecho de que el Sr. Comeau no haya publicado (de la manera tradicional impresa en tinta y papel) más que cuentos cortos en alguna que otra revista y que aún sea un simple estudiante universitario de ciencias lingüísticas no hace mella en su brillantez. De hecho, me hace admirarlo aún más. Escribe en una prosa simple y directa, mezclando humor blanco, negro, verde (y de todos los colores que uno pueda imaginar) con un sentido del romanticismo (en el más cabal sentido de la palabra) capaz de romperte el corazón en dos líneas. Su cuento Where are you off to now? (que se puede traducir como "¿Para dónde vas ahora?"), acerca de un guía turístico que se desvía de su trayecto y lleva a su grupo en un tour ciclístico de su viejo barrio, pasando por las casas de todas sus ex-novias en plan de venganza, es de lo mejor que leí en toda mi vida. Son tres o cuatro páginas por las que vale la pena anotarse en un curso para aprender inglés, si uno no conoce el idioma. Para una lista más completa de los trabajos de ficción de su autoría que pueden encontrarse en la Web, pueden pasar por acá.

Como no podía ser de otra manera, Joey mantiene un weblog, lleno de recomendaciones personales, pensamientos azarosamente inconexos y pequeñas memorias agridulces que son siempre un placer para los sentidos. Otro de sus proyectos, firmemente plantado en el absurdo pero sin renunciar a la poesía, es Overqualified, una colección de cartas de presentación enviadas a compañías reales ofreciéndose (de las peores maneras posibles y sin demostrar vergüenza alguna) para distintos puestos de trabajo. Cuando las descubrí, varias veces me reí hasta que me dolía acá en el costado y las lágrimas no me dejaban seguir. Cada tanto, por suerte, se agrega una nueva carta a la lista.

Pero quizás el trabajo del Sr. Comeau que más admiro es su webcomic, A softer world, el cual ya recomendé en otras varias ocasiones pero aún así no puedo dejar de nombrar. Cada tira es como un glorioso comprimido en verso libre de todo lo que hace que me guste tanto, y las fotografías (obra de Emily Horne) son sencillamente fabulosas: a primera vista completamente desconectadas de las palabras, pero sólo a primera vista. El archivo completo, desde que se empezó a publicar en Febrero de 2003, se puede encontrar en esta página.

Acá van las transcripciones textuales de algunas de mis preferidas, que pierden muchísimo de su atractivo debido a la torpe traducción y la falta de imágenes. Pasen, si gustan, por el original de cada una de ellas para la experiencia completa:

Perdí a toda mi familia en el incendio. Lloré durante semanas. Nada podía consolarme. Hasta que desperté esta mañana, y podía volar. Simplemente desplegar mis brazos y partir. (Enlace al original)

Mi abuela tiene esta broma en la que dice "toc, toc", yo digo "¿quién es?", ella dice "no me acuerdo", y se pone a llorar. (Enlace al original)

En medio de la noche huelo café. Llego hasta la cocina, sonriendo, hasta que recuerdo que estás muerta. (Enlace al original)

Dije mil veces que daría mi alma por tenerte de vuelta. Pero nunca firmé nada. (Enlace al original)

Los casquetes polares se derritieron, pero estábamos preparados. Con nuestros regalos de San Valentín impermeables. Con nuestros equipos de buceo para gatitos. (Enlace al original)

Y, por último, mi favorito personal, que pinta de cuerpo entero mi propia postura ante esa mirada soberbia y cínica disfrazada de supuesta inteligencia que está tan de moda hoy en día, esa estúpida noción de que "si todo me causa desdén, entonces soy genial", esa teoría enferma que postula que belleza y cursilería son sinónimos inevitables:

Sí, creo en el amor, sí, soy un soñador. Pero no estoy solo. Hay muchos más de nosotros que lo que vos sospechás, y tenemos bombas. Bombas de verdad y belleza. (Enlace al original)

Baby steps

De joven, solía creer que la vida avanzaba de a pedazos enormes, marcados por solemnes mojones en piedra y bronce fácilmente distinguibles a la hora de mirar atrás y redactar un aviso fúnebre.

Hoy, que ya estoy bastante más viejo, me termino de enterar que las cosas marchan a un ritmo mucho más sutil y chiquito, pero para nada menos importante. Con los años, los saltos de gigante se transformaron en pasos de bebé.

Mateo y su primera caminata en solitario

(Especial agradecimiento a Tintachina y El hombre que comía diccionarios por el reproductor de videoclips.)

Mudanzas

Después de un prolongado período de silenzio stampa, vuelve la actividad a estas monocromáticas páginas, para deleite de unos pocos y desazón de la amplia mayoría. Una serie de mudanzas de todo tipo y factor conspiraron para mantener a quien esto escribe algo alejado de sus habituales tareas blogueriles.

En primer lugar, como ya había comentado, la compañía que nos ofrece alojamiento cibernético virtual decidió trasladar sus equipos desde las precarias instalaciones que originalmente ocupaban en el baño de mujeres del cuarto piso del asilo neuropsiquiátrico municipal de Minsk (Bielorrusia) hacia un espacio muchísimo más cómodo y tecnológicamente avanzado en el sótano del cabaret "La pierna revoleada", ubicado en una concurrida esquina del barrio latino de Honolulu. Nuestros más fieles visitantes apreciarán una notable diferencia en la velocidad de carga del sitio, que según consta en nuestras últimas mediciones pasó de 43.3 a 42.7 segundos. La calidad de los posts, lamentablemente, no mejoró ni un ápice.

Asimismo, también mudaron los habitualmente prístinos estados de salud de quien esto escribe y su pequeño vástago, quienes durante más de una semana quedaron reducidos por el cambiante clima invernal a dos patéticas masas informes, febriles, eternamente congestionadas y estruendosamente expectorantes. Las temperaturas corporales de más de 39°C y los consiguientes viajes en plena madrugada a la guardia del hospital más cercano fueron moneda corriente. Tanto es así que las autoridades del citado nosocomio están considerando emplazar una placa de bronce en la sala de espera, rebautizándola como "Honorable Príncipe Mateo I" en honor a su visitante más asiduo. Por suerte (y escribo esto con los dedos cruzados en ambas manos) parece que el ciclo de nuestras simpáticas infecciones gripales está llegando a su merecido fin.

Por último y más importante, el clan Entintado en pleno completó en estos días la mudanza de todos sus miembros y respectivas pertenencias (la cuarta en tres años, si la memoria no me falla) a unos flamantes aposentos en un suburbio al noroeste de la ciudad de Buenos Aires. Hay todavía muchas más cajas de cartón desvencijadas que muebles propiamente dichos en nuestro nuevo hogar y sabemos que tenemos por delante largos días plenos de reacomodamientos y redecoraciones, pero nuestros nuevos vecinos (insectos de todo tipo y color, lechuzas, teros, cotorras, liebres silvestres, mucha vegetación y algunos pocos seres humanos) nos hicieron sentir muy bienvenidos al hermoso barrio que hoy nos acoge.

Valgan entonces estas líneas como una tardía excusa por esta temporaria desaparición y a la vez como solemne promesa de que gradualmente se retomará el ritmo habitual de publicación en Amor Entintado de las sandeces a las que los tenemos acostumbrados. Gracias por su amable e infinita paciencia.

Futuro imperfecto

Es mi penoso deber informar a los inestimables lectores que dentro de exactamente cuarenta años el autor de estas líneas lucirá así (cana más o arruga menos):

Ante semejante revelación, quedará en ustedes la difícil decisión de seguir frecuentando este rincón, que para aquel entonces (y a juzgar por el cansino ritmo de publicación habitual) estará festejando su post intrascendente número cuatro mil.

El que avisa no es traidor.

(Por cierto, si desean asomarse al espantoso futuro de sus hoy resplandecientes rostros, pasen por esta página y prepárense para deprimirse)

Instantáneas en Turdera

Luego de un prolongado período sabático repleto de trabajo (si cabe el contrasentido), este humilde rincón renace, como corresponde, en un refulgente Domingo de Pascua.

Para la ocasión, traemos a su mesa un pequeño paseo fotográfico por el hogar de los bisabuelos de Mateo, un verdadero trozo de historia viva de la bucólica localidad sureña de Turdera.

Un candelabro de peltre y, al fondo, un pasillo de techo muy alto que caminé miles de veces. El pasillo, no el techo.

Creo que jamás vi a esa aguja de la izquierda en otra posición que no fuera marcando Variable. Y supongo que está bien así .

Si se fijan con mucha atención, en uno de los espejos pueden llegar a ver parte del hombro de quien esto escribe. Fascinante, ¿verdad?

Cartel en la puerta del escritorio de Turdera

Cartel en la puerta del escritorio de Turdera

Un pequeño cartel de advertencia, por si alguien pensaba que esa puerta llevaba al baño.

Biblioteca en el escritorio de Turdera

Biblioteca en el escritorio de Turdera

No es la Biblioteca de Babel, pero tampoco se queda muy atrás. Arriesgaría que los ejemplares que se ven en esta imagen no llegan al cinco por ciento de lo que hay arrumbado en la habitación.

Decoración en la pared de la sala de Turdera

Decoración en la pared de la sala de Turdera

Me parece que esa carabina no tuvo nada que ver con la suerte de los pobres faisanes en el cuadro de la derecha, pero no podría jurarlo.

Al son del tambor

Hace unos meses, Eduardo Abel Gimenez (escritor, músico, ludólogo, ludófilo, blogger en La Mágica Web y gran, gran tipo) me acercó la propuesta de participar en TamTam, uno de sus múltiples proyectos. Como ferviente admirador del sitio desde el momento de su lanzamiento, no dudé ni un segundo en aceptar. Mudanzas, trámites, vacaciones y otros asuntos mundanos fueron retrasando el comienzo de la colaboración, pero la demora no hizo más que incrementar mi entusiasmo por formar parte de tan admirable iniciativa. Finalmente, a mediados de Febrero arranqué con mis aportes, confirmando lo que sospechaba: trabajar con Eduardo es un verdadero placer y no podría estar yo más encantado con todo el asunto.

Para más detalles, pásense por la presentación oficial de Amor Entintado en TamTam.

Sagradas escrituras

Dijo el profeta:

... y entonces sabréis que una nueva era habrá comenzado en vuestras vidas, y os abrumará la zozobra ante la voracidad incontrolable de una boca desdentada, y viviréis momentos en que los quitamanchas en aerosol palidecerán ante el atroz reto que enfrentan, y soportaréis tiempos eternos en que el ominoso color naranja zapallo cubrirá cada centímetro de la Tierra, y habréis de denominar a estos días como "La Era De La Papilla"...

Fantochino

El príncipe heredero Mateo I, a pesar de su sangre azul, es muy dócil y se presta a cualquier clase de juego estúpido al que su inmaduro padre quiera someterlo. Por ejemplo, si se lo sostiene por debajo de los brazos mirando hacia el frente, él planta firmemente sus piecitos en forma de empanada sobre el regazo de quien lo carga y se mantiene relativamente erguido, conformando una perfecta marioneta.

Varias de sus interpretaciones se han hecho ya muy populares entre el público, pero sin dudas su personaje más logrado es el de Mangão, el rudo campesino del Mato Grosso brasilero. Fanático del Minas Gerais, Mangão es recio y no se anda con rodeos a la hora de exigir lo que considera suyo. "¡Mulher!", le vocifera a su madre en un portugués tosco, con la garganta ronca por años de cigarros caseros de hoja de banano seco. "¡Voce vai trazer a sua leite pra mim, agora! ¡Seu peito suculento e meu, tudo meu!" La pobre, aterrada, sólo atina a ceder ante los deseos salvajes de este amenazante sujeto, que llega a su cabaña hambriento luego de largas horas de cosechar papayas al rayo del sol.

Mateo sigue desarrollando de manera constante muchas otras identidades para sus minúsculas obras teatrales. Una de las que más promete es la de Gerard Möendenblach, el sofisticado crítico de arte alemán, quien en un monocorde castellano pleno de erres guturalmente arrastradas conceptualiza al pecho materno como una "escultura orgánica nutricional de originalidad dudosa" y luego lo chupetea con fingido desinterés.

Aunque la creatividad del pequeño actor parezca inagotable, estos espectáculos a la hora de la cena tienen los días contados. Es que, ávido de libertad, el títere tarde o temprano cortará los hilos que lo unen con su molesto titiritero. Y, por mucho que quien esto escribe vaya a extrañar a Mangão y a Gerard, estará muy bien que así sea.

Sombras nada más

Desde las sombras al costado del camino, la Familia Entintada en pleno (con Mateo de rigurosa gorrita veraniega) aprovecha el capricho de este calendario que hoy nos cierra de prepo para desearles un excelente 2005 a todos los que por aquí se arriesgan a pasar.

Y de regalo de fin de año, un combo brindis/maldición para entonar a las doce de la noche: Champagne to our real friends, and real pain to our sham friends.

Mudanza

El Grupete Entintado se encuentra envuelto en el torbellino burocrático y valijero de una relocalización física (pero nunca espiritual), y el autor desea responsabilizar a estos mundanos trajines por la falta de novedades en este rincón.

Pronto retornaremos a la frecuencia de actualización habitual. Con mucha más pampa que palmera, eso sí.

Sepan disculpar el inevitable silencio de radio.

Acción de gracias

Atención: Peligro de sensiblería mayor a la acostumbrada.

Ayer se celebró por estas latitudes una fecha en la que, en medio de pantagruélicas cenas e irresistibles ofertas, la gente hace un balance de las cosas positivas que puedan estar dándose en sus respectivas vidas y agradece a Dios, Alá, Brahma, la Madre Naturaleza, Peperino Pómoro, el éter o lo que se les cante.

Repasando los muchísimos motivos que tengo para estar agradecido, Amor Entintado se entremezcla en los puestos más altos del año, entre otras luminarias como el nacimiento de un hijo, el amor incansable de la Entintada, nuestras respectivas familias y sus saludes varias, los amigos que nunca aflojaron y (una vez más) River Plate campeón. Y no puedo dejar de extender mi infinita gratitud a aquellos que, con mayor o menor regularidad, por obra y gracia de Google o de su propio masoquismo inexplicable, día a día se pegan una vuelta por este rincón, pispeando en silencio o deslizando algún comentario. Son muchas estas caras que jamás vi y manos que nunca estreché para intentar nombrarlas una por una, pero sepan que los aprecio profundamente a todos y su sacrificio no es en vano.

Quedará pesando en cada una de sus conciencias la responsabilidad de que yo siga regurgitando esta caterva de insultos al buen gusto que tengo la desfachatez de llamar blog.

Y luego fueron tres

Se informa por la presente a toda la distinguida población que en el vigésimocuarto día del mes de Septiembre del año de Nuestro Señor de Dos Mil Cuatro, alrededor de las diez cero seis de la mañana, arribó a este mundo Don Mateo I, "El Entintado", Marqués de las Palmeras Torcidas por el Viento, Barón del Eructo Estruendoso, Duque de Todo Pañal Espantosamente Sucio, Conde del Aroma Más Delicioso. Comuníquese, publíquese y archívese.

Primera imagen del susodicho delfín

Primera imagen del susodicho delfín

Los primeros dolores llegaron a eso de las doce de la noche, cuando apenas habíamos acomodado nuestras cansadas cabezas sobre la almohada luego de un largo día de trabajo. Ya en el hospital y durante el resto de la madrugada, La Entintada alternó entre períodos de molestia aguda y otros de profundo sopor narcótico inducidos por la muy agradable (pero no demasiado atractiva, a pesar del imaginario popular) enfermera encargada de vigilar el proceso. Yo, por mi parte, durante todo el rato no pude quitar los ojos del monitor que marcaba ritmos cardíacos, presiones sanguíneas y otras variables que no entendía, pero que de todas maneras me negaba a dejar de controlar, no fuera a ser que a alguien se le pasara algún detalle de largo. Los nervios y la ansiedad, por supuesto, cancelaban cualquier intento de sueño.

El trabajo de parto no progresó como se esperaba y en las primeras horas de la mañana se decidió que una cesárea sería necesaria (valga el trabalenguas). El proceso fue simple y directo: apenas unos minutos después de entrar a la sala de operaciones, con un amabilísimo anestesiólogo como improvisado pero muy efectivo fotógrafo, ya posábamos para nuestro primer retrato familiar con el nuevo integrante del clan Entintado.

El resto del día, mientras La Entintada se recuperaba de la operación, yo trataba de memorizar cada detalle del pequeño muchachito, en caso de que alguien intentara intercambiar niños al deslumbrarse por tanta belleza (todos sabemos que este tipo de cosa sucede constantemente; yo lo vi en Crónica TV). Quería asegurarme de poder identificarlo rápidamente en caso de algún tipo de pericia policial. El cansancio, que se sentía en cada centímetro de piel, pasaba de todas maneras a un remotísimo segundo plano.

Cayendo la noche, habíamos superado los momentos más complicados en la transición del nuevo integrante de la familia de su antiguo rol de ocupante uterino a su nuevo papel como berreante ciudadano del mundo. Algunos síntomas que los médicos prefirieron observar de cerca (siempre asegurándonos, aunque jamás les creyéramos, que se trataba de precauciones extremadamente normales) nos habían mantenido con los nervios crispados y la respiración acelerada, hasta que por fin nos dieron luz verde para pasar el resto de la estadía en el hospital junto a él en nuestra habitación. Mirando embobado a Mateo cenar por primera vez en brazos de La Entintada, caí en la cuenta de que ya superaba holgadamente las cuarenta horas seguidas de vigilia. A esta altura estaba convencido de que dormir era un hábito completamente innecesario de la raza humana y que, la verdad fuera dicha, bien podría no pegar un ojo nunca más por el resto de mis días.

Minutos después, con Mateo arrebujado entre los brazos y respirando tibio en mi cuello, no tardé ni diez segundos en caer profundamente dormido, buceando perezoso en la melaza dulce del mejor sueño de mi vida.

Mateo se rasca pensativamente la oreja

Mateo se rasca pensativamente la oreja

Se advierte al respetable neonato que ante el espectáculo de tan apetitosas manos, orejas y piecitos, el presente progenitor no se hace responsable de sus actos si termina por ceder a la irresistible tentación y devora de un bocado certero alguno de los mencionados apéndices.

Una de las raras ocasiones en que Mateo se digna a abrir los ojos

Una de las raras ocasiones en que Mateo se digna a abrir los ojos

Si mi nombre fuera Juan Ramón Jiménez, así comenzaría "Mateo y yo":

Mateo es pequeño, lampiño, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Ni siquiera los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro, por suerte. Sería clara manifestación de algún tipo de trastorno ocular muy raro.
Lo dejo suelto y lógicamente no se va a ningún lado porque todavía no camina, sino que se queda tranquilo reposando allí en su cuna, y acaricia tibiamente con su nariz, rozándolas apenas, las sábanas con florecillas rosas, celestes y gualdas. Odio esas sábanas, principalmente porque no tengo idea de qué significa la palabra "gualdas". Lo llamo dulcemente: "¿Mateo?", y no hay trotecillo alegre ni cascabeleo ideal porque, como ya dije, no sabe aún trotar, pero da vuelta la cabeza, me mira y parece que se ríe.
Come cuanto le da su madre, que no es muy variado pero le alcanza y sobra. Algún día quizás le gustarán las naranjas mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar; los higos morados, con su cristalina gotita de miel. Por ahora, la pálida teta, con su cristalina gotita de leche, es más que suficiente.
Es tierno y mimoso igual que un niño, justamente porque es un niño. Cuando paseo con él, los domingos, por las últimas callejas del shopping center, los vendedores de teléfonos celulares, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo:
- Tien'asero...
Tiene acero y sangre gallina, al mismo tiempo.


Perfil progresista y democrático

Perfil progresista y democrático

Pido perdón por la prolongada ausencia. Después de los lógicos desajustes, ya retornará este blog a la normalidad (que no es decir gran cosa, claro). Gradualmente volveremos a la frecuencia habitual de dos o tres posts por semana, pero no puedo garantizar que no sean todos tan horriblemente cursis como éste y se refieran constantemente a ombligos, leche o pañales.

Ustedes seguramente sabrán entender.

Varoncito, dijo la partera

El evento amerita mucho, muchísimo más que estas escuálidas líneas, pero en este momento el cansancio gana por amplia goleada. De todas maneras, quería sacudir un poco la sensación de abandono de este rincón y dar una señal de vida.

Valga entonces este post como un breve prólogo a lo que pronto vendrá: un profundo análisis sin tapujos acerca del fascinante submundo que involucra, en extraña sociedad, a la industria de los pañales descartables, el gremio internacional de las enfermeras, y la felicidad más completamente absoluta.

Fragmento de la torta en el baby shower de Mateo

Fragmento de la torta en el baby shower de Mateo

Y me van a tener que disculpar si por unos días este blog se pone extremadamente monotemático.

Bienvenido, Mateo, pasá y ponete cómodo. Te estuvimos esperando.

Postales de un refugiado

El Jueves por la tarde dan la orden de evacuación. Armar el bolso para una ausencia difusa, de horas que se podrían transformar en días, no toma demasiado tiempo: ropa, material de lectura, una baraja española para el chinchón, una radio, pilas, algo de comida chatarra. Cuando lo cierro y me lo cuelgo al hombro, lo siento algo liviano. Vuelvo a abrirlo para revisar y compruebo con desazón que de todas maneras no hay lugar en ese bolsito de lona para lo que me está faltando. El escudo protector electromagnético inexpugnable made in Japan que compré online en Amazon hace unos meses para evitar que nada malo les ocurra jamás a la Entintada y El Pulga (futuro endiablado puntero derecho y su okupa uterino desde hace ocho meses) es demasiado grande y pesado para llevar con nosotros. Parece que cuidarlos será responsabilidad exclusivamente mía, entonces.

La Entintada, tranquila, me mira sonriente y se acaricia la panza mientras subimos los bártulos al auto. Esta pobre gente no sabe en quién están confiando su bienestar.

Empujá, Tito, que ya llegamos

Empujá, Tito, que ya llegamos

El hotel/refugio es un crisol de razas, si se me permite la trillada expresión. Italianos (que de lejos suenan igual a cualquier porteño chanta), españoles, una pareja de dinamarqueses vestidos casi iguales, colombianos, cubanos (por supuesto). Nosotros, entre hoscos y retraídos, sólo hacemos buenas migas con una nena que acusa cuatro años pero muestra sólo tres con los dedos y nos pasamos el resto del tiempo tirados en la cama, durmiendo o leyendo al ritmo del viento.

En la mesa del desayuno, escucho la conversación de la mesa de al lado mientras mastico un panqueque con aire distraído (mis antenas parabólicas son herencia materna). Un dominicano grandote, de mostachos imponentes y aspecto de luchador mexicano, le cuenta al padre de nuestra pequeña amiga que es de Queens, New York, y ésta es su primera visita al sur de Florida. Después comenta que se dedica al diseño de moda femenina y mi lado prejuicioso me dicta que, la verdad sea dicha, su tipo físico no coincide en absoluto con el estereotipo habitual del oficio que pregona.

Un rato más tarde, mientras fumo sentado en un banco junto a la puerta del hotel, veo pasar a nuestro Versace latino, luciendo unas chancletas chinas de color fucsia furioso. Admirado, tengo que admitir que le quedan espectacularmente bien.

Olas que vienen, olas que van

Olas que vienen, olas que van

Se corta la luz. Como no llueve demasiado y el viento nos da un respiro, salimos a buscar una linterna, para poder pasar la noche sin reventarnos el dedo meñique del pie contra la pata de la cama cuando intentemos ir al baño.

Encontramos, casi de milagro, un minimercado abierto en la calle que bordea el aeropuerto. Otra pequeña sucursal de la OEA, con representantes de cada país latinoamericano pululando en la penumbra entre las góndolas. La muchacha delante mío en la cola para pagar pide unos cigarrillos en español y el cajero advierte su acento.

—Eres paraguaya, ¿no?

—Sí, sí—, sonríe la chica, con cara de circunstancia.

—Ah, entonces Margarita va a querer hablar contigo—, dice el tipo, y enseguida vocifera, mirando hacia el fondo del local: —¡Margarita! ¡Vente para aquí, que ella es paraguaya!

La pobre muchacha se queda ahí parada, con la sonrisa congelada y el dinero en la mano, sin saber bien qué esperar de la situación. A los pocos segundos aparece una señora muy mayor, bajita y rechoncha, que sin ningún tipo de rodeo o presentación saca del bolsillo una tarjeta telefónica prepaga, y le espeta:

—Ayer hablé a Asunción con ésta de veinte dólares, y me duró nada más que quince minutos. ¡Quince minutos!

La jovencita paraguaya no atina a responder, y se nota por su expresión confundida que está tratando de entender qué diablos tiene que ver ella con las intrincados detalles tarifarios de las comunicaciones telefónicas intracontinentales. La viejita, exasperada, intenta aclarar un poco más su problema con algún detalle geográfico:

—Y conste que era Asunción en Paraguay, no en Uruguay, ¿eh?

El silencio confundido de la chica, que trata en vano de darle algún sentido a toda la inexplicable escena, se hace eterno.

Aprovechando la pausa, pago rápido lo mío y salgo, temiendo que en algún momento a alguien se le ocurra incorporarme a la conversación. Cuando al guionista de mi vida le agarra ese ataque de teatro absurdo me suelen ganar los nervios y opto siempre por hacer mutis por el foro.

Frances a pleno

Frances a pleno

Sin posibilidad de seguir el progreso del huracán en televisión por el corte de energía, tenemos que recurrir a la radio. El problema es que casi todas las estaciones transmiten en duplex con algún canal de televisión y los cronistas se refieren constantemente a las imágenes en pantalla, lo que obliga a mi imaginación visual a trabajar más que de costumbre.

En mi somnolienta cabeza de siesta vespertina, el huracán muta de espiral a flor y el mapa de Florida se asemeja mucho a Italia. La voz de la cronista es idéntica a la de María Martha Serra Lima, si María Martha hablara perfecto inglés, así que de ahí en adelante espero que en cualquier momento rompa en canto, matizando tanta lluvia y destrucción con "Reloj, no marques las horas".

Antes de dormirme profundamente, sonrío convencido de que mi versión de la realidad es mucho mejor que la que nos quieren vender.

Fijate si se rayó un poco el auto

Fijate si se rayó un poco el auto

De vuelta en casa, repaso el paisaje desde el balcón. Por primera vez en varios días, y por dos brevísimos segundos, el sol se escurre entre las nubes y hace brillar el asfalto mojado. Después empieza a llover de nuevo, pero un poco más suave.

(Fotografías originales del Miami Herald)