Después de un prolongado período de silenzio stampa, vuelve la actividad a estas monocromáticas páginas, para deleite de unos pocos y desazón de la amplia mayoría. Una serie de mudanzas de todo tipo y factor conspiraron para mantener a quien esto escribe algo alejado de sus habituales tareas blogueriles.
En primer lugar, como ya había comentado, la compañía que nos ofrece alojamiento cibernético virtual decidió trasladar sus equipos desde las precarias instalaciones que originalmente ocupaban en el baño de mujeres del cuarto piso del asilo neuropsiquiátrico municipal de Minsk (Bielorrusia) hacia un espacio muchísimo más cómodo y tecnológicamente avanzado en el sótano del cabaret "La pierna revoleada", ubicado en una concurrida esquina del barrio latino de Honolulu. Nuestros más fieles visitantes apreciarán una notable diferencia en la velocidad de carga del sitio, que según consta en nuestras últimas mediciones pasó de 43.3 a 42.7 segundos. La calidad de los posts, lamentablemente, no mejoró ni un ápice.
Asimismo, también mudaron los habitualmente prístinos estados de salud de quien esto escribe y su pequeño vástago, quienes durante más de una semana quedaron reducidos por el cambiante clima invernal a dos patéticas masas informes, febriles, eternamente congestionadas y estruendosamente expectorantes. Las temperaturas corporales de más de 39°C y los consiguientes viajes en plena madrugada a la guardia del hospital más cercano fueron moneda corriente. Tanto es así que las autoridades del citado nosocomio están considerando emplazar una placa de bronce en la sala de espera, rebautizándola como "Honorable Príncipe Mateo I" en honor a su visitante más asiduo. Por suerte (y escribo esto con los dedos cruzados en ambas manos) parece que el ciclo de nuestras simpáticas infecciones gripales está llegando a su merecido fin.
Por último y más importante, el clan Entintado en pleno completó en estos días la mudanza de todos sus miembros y respectivas pertenencias (la cuarta en tres años, si la memoria no me falla) a unos flamantes aposentos en un suburbio al noroeste de la ciudad de Buenos Aires. Hay todavía muchas más cajas de cartón desvencijadas que muebles propiamente dichos en nuestro nuevo hogar y sabemos que tenemos por delante largos días plenos de reacomodamientos y redecoraciones, pero nuestros nuevos vecinos (insectos de todo tipo y color, lechuzas, teros, cotorras, liebres silvestres, mucha vegetación y algunos pocos seres humanos) nos hicieron sentir muy bienvenidos al hermoso barrio que hoy nos acoge.
Valgan entonces estas líneas como una tardía excusa por esta temporaria desaparición y a la vez como solemne promesa de que gradualmente se retomará el ritmo habitual de publicación en Amor Entintado de las sandeces a las que los tenemos acostumbrados. Gracias por su amable e infinita paciencia.