Textos

Galletas de la fortuna

Ante la proliferación de restaurantes chinos en nuestra hermosa ciudad, he decidido cambiar de carrera y dedicarme a la redacción de textos para galletas de la fortuna.

Listo a continuación algunos ejemplos de mi trabajo:

  • Te quedan solamente 17 besos de amor genuino en todo el resto de tu vida. Usalos sabiamente.
  • Sólo una persona de las que están sentadas en este momento a tu mesa te ama de verdad.
  • Me niego a perder el tiempo en adivinar tu patético futuro. Renuncio.
  • Siempre serás hermoso, José. Si no te llamás José, entonces no sé. Probablemente no.
  • La única manera de detener a los zombies es volándoles la cabeza. Creeme cuando te digo que esta información te será de gran utilidad muy pronto.
  • Has elegido un mal día para dejar de degollar gatitos.
  • Ésta es tu autobiografía. Fin.
  • Seguí nomás jugándole a la tercera docena, que así te va a ir.
  • Tendrías que haber prestado más atención en las clases de Educación Cívica. Ahora ya es demasiado tarde.
  • Conozco la clave para tu felicidad eterna, pero no debo (ni quiero) revelártela en una estúpida galletita.
  • Vivirás por 33 x más (reemplazar x por segundos, horas, días, meses, años o décadas; no estoy demasiado seguro).

Si alguien está interesado en contratar mis servicios, ya saben dónde encontrarme.

Postal desde Cuernavaca

Querida Zelmira:

Ayer llegué a la conclusión de que debo empezar a llevar una vida apasionante. Trepar rascacielos con las manos desnudas, dirigir un equipo de béisbol enteramente compuesto por ex-convictos, cruzar en balsa el canal de Suez, donar el riñón izquierdo.

Aunque más no sea para que el resto de mis cartas no sean tan aburridas como ésta.

Un respetuoso abrazo,

Pedro

(Gracias a Joey Comeau por la constante inspiración)

Villano

El execrable Sr. Smith sale del jacuzzi y envuelve sus asquerosamente rotundas carnes en una finísima salida de baño, que seguramente vale más que veinte sueldos de ese criado que en este momento, disimulando su odio, le acerca un Bloody Mary. El repugnante Sr. Smith camina hacia el borde de la terraza con el trago en su rolliza mano derecha y echa un vistazo a sus fastuosos e impecables jardines, fruto sin duda de años de negocios turbios y vil explotación de humildes trabajadores. Con la mirada perdida en el horizonte, el infame Sr. Smith pasa varios minutos sumido en sus pensamientos, probablemente dedicados a planear su próxima canallada.

El deleznable Sr. Smith toma ahora su teléfono celular último modelo, llama a su abogado y con voz firme le ordena donar inmediatamente toda su fortuna al orfanato del pueblo vecino.

Caramba.

El presente relato se cancela por falta de un villano decente. Sabrán ustedes disculpar.

Monocromático

El paraguas de esa señora en la plaza, las uñas de la insoportable recepcionista, el camión que pasa justo ahora frente a mi ventana. Las alfombras de todos estos interminables pasillos, tu vestido en la fotografía sobre el escritorio. Mis propios ojos, odiándome desde el espejo del baño.

Es mucho rojo, demasiado. No puedo evitar salir ya mismo de cacería, aunque el sol (tentador también, vestido de furioso carmesí) todavía no se haya escondido. Me calzo los guantes.

Hoy, por primera vez, ellas alcanzarán a ver mi sonrisa de culposo placer, justo antes del mordisco, escandaloso y fatal.

(Pavada inspirada por un comentario propio en esta entrada de Esperma Digital, glorioso orgullo bahiense).

La telenovela

Al principio, la telenovela se centra sobre el amor imposible de Ana Laura y César, jóvenes miembros de familias rivales de un pueblo en la sierra colombiana. Hay algunos personajes secundarios (padres, hermanos, una sirvienta pizpireta y el misterioso cura párroco), pero la trama no es demasiado enrevesada y se puede seguir cómodamente mientras se plancha una camisa.

Pasados un par de meses, sin embargo, el argumento se torna cada vez más complejo. Ana Laura es obligada por su padre a casarse con un rico terrateniente chileno y se muda al desierto de Atacama. Por su lado, César se alista en la Legión Extranjera y parte de la trama sigue sus peripecias al combatir traficantes de órganos en la jungla de Borneo. Aparecen unos primos lejanos de la criada (quien, sin saberlo, es heredera directa de un ducado en Europa oriental) y se emiten bloques enteros hablados en ucraniano. Hay repulsivos villanos que gradualmente se transforman en dulces amantes, cuñados que en realidad son hijastros (y viceversa), gente que nace, gente que muere, gente que resucita. Se publican voluminosas guías repletas de árboles genealógicos, croquis desplegables y listados alfabéticos de actores, con gran éxito editorial. Varios canales comienzan a dedicar las veinticuatro horas de programación a diferentes líneas argumentales que se entrecruzan constantemente.

Para cuando se cumple el primer aniversario de la telenovela, el reparto ya sobrepasa holgadamente los seis mil millones de nombres. Casi no se habla de otra cosa, y si alguien lo hace es porque está escrito en un libreto: todos y cada uno de los habitantes del mundo cumplen (a sabiendas o no) un papel minuciosamente guionado. Los propios camarógrafos, sonidistas, escritores y productores son a su vez protagonistas de la historia dentro de la historia.

El personaje menos interesante de la multitudinaria superproducción es, por lejos, el de ese muchacho que intenta resumir torpemente la historia en cuatro escuálidos párrafos.

Alivio real

Allá va Néstor. Acérquense a la ventana, mírenlo.

Allá va Néstor, corriendo desnudo en plena calle, apurado por llegar a un examen para el que no estudió, perseguido incansablemente por un asesino de rostro desfigurado y amenazante machete.

Allá va Néstor, con una sonrisa plácida en los labios, aliviado porque ya nunca más sufrirá ese temor constante, ese pavor de que sus pesadillas se transformen, algún día, en realidad.

El castillo

Vistos desde arriba, los muros exteriores del castillo forman un cuadrado casi perfecto. Un jinete a todo galope tardaría más de treinta minutos en recorrer de punta a punta tan sólo uno de sus lados, por lo que dar una simple mano de pintura estas paredes resulta una tarea ciclópea. En aras de una mayor efectividad, los pintores se dividen en dos grupos que comienzan a trabajar en esquinas opuestas del perímetro y avanzan en el sentido de las agujas del reloj.

Quinientos días con sus noches tarda cada cuadrilla en dar media vuelta a la fortificación y completar su parte del trabajo. Allí, el grupo que comenzó en la esquina suroeste descubre que sus contrapartes noresteños utilizaron un tono carmín furioso, mientras que ellos jamás se apartaron del azul violáceo. Al otro lado de la gigantesca construcción se da una situación similar, pero lógicamente inversa.

No importa demasiado. El castillo jamás estuvo habitado y continuará desierto por siempre. Nunca nadie logra atravesar el ancho foso que lo rodea, desbordante de agua hirviente, dragones lacustres y sanguijuelas del tamaño de un pequeño cerdo. Uno a uno, los pintores de ambos equipos se encogen resignadamente de hombros y reanudan sus tareas, siempre avanzando hacia la izquierda, cubriendo la pintura roja con generosas dosis de azul o viceversa, según corresponda.

Curiosidades y secretos de los ricos y famosos

  • Fiel a su nombre, Bill Gates colecciona billetes y portones. Además, cada una de sus numerosas propiedades cuenta con todos sus portones en forma de billete y actualmente se encuentra en tratativas para comprar un país en donde los billetes tendrán forma de portón.
  • Joaquín Galán, mitad barbada del afamado dúo Pimpinela, mojó la cama hasta los nueve años. No con orina, curiosamente, sino con una solución al 6% de extracto de vainilla en agua de alcanfor.
  • La sensual presidenta de la Liga de Amas de Casa de la Argentina, Lita de Lázzari, publica poemas eróticos en la revista quincenal portuguesa "Com as pernas bem abertas" bajo el poco original seudónimo de Ámbar LaFox.
  • Muy sospechosamente, jamás se vio a Roger Federer y Ricardo Arjona juntos en el mismo momento y lugar.
  • Pocos saben que, además de crear la bandera argentina, el celebérrimo patriota Manuel Belgrano tuvo la idea original de la milanesa napolitana, pero la abandonó rápidamente por ser "geográficamente contradictoria".

Mis demonios

Mis demonios, como los de todos, suelen acechar por la noche. Pero éstos son particularmente vagos y bastante torpes, y no parecen recordar mucho de las lecciones básicas cursadas en las aulas del Averno.

Escucho perfectamente los aleteos cada vez más cercanos y el chirriar de inmundas garras que rasgan las tejas del techo en sus imperfectos aterrizajes. Ya dentro de la casa, tosen dentro de los armarios y se tropiezan con los zapatos que dejo tirados en los pasillos. En ocasiones intentan esconderse debajo de la cama para sorprenderme cuando me levante a cerrar esa ventana que se golpea por la tormenta, pero no pueden contener la risa y se delatan a sí mismos con bufidos ahogados. Se confunden constantemente de puerta y quedan encerrados durante horas en el baño, hasta que la luz de la mañana los disuelve en un montoncito de ceniza amarilla y maloliente.

Todos tenemos los demonios que nos merecemos, creo yo.

Ambiente enrarecido

Entrando a la habitación, lo primero que se ve es una mesa cuadrada de madera oscura rodeada de cuatro sillas, cada una de ellas prolijamente colocada a cada lado. Atrás y hacia la izquierda, un árbitro de fútbol se deja engañar por un delantero pícaro y cobra un penal inexistente. Los dulces arpegios del xilofonista que se acuclilla algo incómodamente junto a la pared casi no se llegan a escuchar por el estruendo del caza bombardero de bandera congoleña que carretea a lo largo del pasillo. Del techo cuelgan dos chorizos de cantimpalo y cuarenta y seis paragolpes de Ford Falcon, recién cromados. Huele a suavizante de ropa y ejemplares viejos de la revista Condorito. Por detrás de todo, en la pared del fondo, un ventanal muy amplio deja entrar la típica luz de las mañanas del Mediterráneo, aunque estamos en pleno centro de Moscú y es de noche. Es siempre de noche.

Alfredo El Homicida Paciente

Alfredo El Homicida Paciente no encuentra placer en el apagado sonido de la hoja del puñal al deslizarse dentro de un manojo de entrañas tibias. Desdeña la inmediatez poco caballerosa de un disparo descerrajado en la sien. La adrenalina que supura incontrolablemente tras cualquier acto de violencia es tan vulgar, piensa.

Por eso, Alfredo El Homicida Paciente sublima sus negros impulsos de maneras más sutiles y, a la larga, satisfactorias. Sus proyectos suelen tomar meses, años y hasta décadas de arduo trabajo, pero él sabe que es este mismo esfuerzo el que hace que todo valga la pena.

Traduce chapuceramente el manual de una sierra eléctrica, salteándose un par de páginas. En un laboratorio de control de calidad, diluye líquidos de freno con perfume francés. Abre un consultorio psicológico y aconseja angustiantes ejercicios mentales a sus pacientes depresivos. Al programar, introduce fallas imperceptibles pero cruciales en el código de los sistemas de control aéreo. Seduce a mujeres casadas con individuos furibundamente celosos. Regentea locales de comidas rápidas, desbordantes de ácidos grasos saturados. Desarrolla sensuales y efectivas campañas publicitarias para cigarrillos rubios de nombre exótico.

Cada noche, Alfredo El Homicida Paciente sale a su balcón y se sienta a esperar. Sabe perfectamente que sólo será cuestión de tiempo.

Concentrado en cubitos

Dicen los que saben que lo difícil de escribir una novela no es elegir el trasfondo, idear la trama o desarrollar los personajes (de hecho, ya tengo todos esos temas resueltos), sino mantener la concentración necesaria a lo largo del tortuoso proceso de gestación de la obra, desde los primeros bocetos hasta el resultado final. Por eso es que decidí uy, escuchá qué lindo cómo canta ese pajarito. ¿Me afeité esta mañana? ¡Gol del Real Madrid!

Autor estrella

Horacio desea fervientemente inventar una frase que se popularice en las conversaciones diarias de Buenos Aires, al estilo de "lo que mata es la humedad", "guarda el hilo" o la más reciente "billetera mata galán". Sus primeros intentos, sin embargo, no resultan muy populares. Todavía no escuchó niguna charla casual en el colectivo en la que alguien utilice "ojo con el gorgojo cojo" o "blandito como páncreas en avanzado estado de descomposición", las creaciones de su pluma que más lo enorgullecen.

Pero él no se amilana y sospecha que, en estos tiempos que corren, quizás la clave del éxito está en Internet. Una buena historia, accessible para todo nivel de lector pero a la vez atrapante, seguramente será reenviada una y otra vez por los correos electrónicos de oficinistas aburridos, diseminando su depurada prosa a cada rincón del planeta en forma exponencial. ¿Por qué conformarse con una modesta popularidad de barrio si se puede lograr el estrellato mundial con la misma cuota de esfuerzo?

Se sienta frente al teclado y comienza a redactar su obra maestra: la dolorosa pero esperanzada historia de un funcionario de algún país africano (¿Nigeria, quizás?), obligado a abandonar su puesto gubernamental y recurrir al exilio debido a graves problemas políticos. Decide escribir en inglés, para aumentar la cuota de realismo. Las peripecias que enfrenta su entrañable personaje al buscar desesperadamente algún socio anónimo que le permita transferir sus riquezas a una cuenta bancaria foránea, narradas en una efectiva primera persona, seguramente harán las delicias de las bandejas de entrada de propios y extraños.

Mientras desgrana línea tras línea, Horacio sonríe convencido de que, esta vez, el éxito no tardará en llegar.