Villano

El execrable Sr. Smith sale del jacuzzi y envuelve sus asquerosamente rotundas carnes en una finísima salida de baño, que seguramente vale más que veinte sueldos de ese criado que en este momento, disimulando su odio, le acerca un Bloody Mary. El repugnante Sr. Smith camina hacia el borde de la terraza con el trago en su rolliza mano derecha y echa un vistazo a sus fastuosos e impecables jardines, fruto sin duda de años de negocios turbios y vil explotación de humildes trabajadores. Con la mirada perdida en el horizonte, el infame Sr. Smith pasa varios minutos sumido en sus pensamientos, probablemente dedicados a planear su próxima canallada.

El deleznable Sr. Smith toma ahora su teléfono celular último modelo, llama a su abogado y con voz firme le ordena donar inmediatamente toda su fortuna al orfanato del pueblo vecino.

Caramba.

El presente relato se cancela por falta de un villano decente. Sabrán ustedes disculpar.