Monocromático

El paraguas de esa señora en la plaza, las uñas de la insoportable recepcionista, el camión que pasa justo ahora frente a mi ventana. Las alfombras de todos estos interminables pasillos, tu vestido en la fotografía sobre el escritorio. Mis propios ojos, odiándome desde el espejo del baño.

Es mucho rojo, demasiado. No puedo evitar salir ya mismo de cacería, aunque el sol (tentador también, vestido de furioso carmesí) todavía no se haya escondido. Me calzo los guantes.

Hoy, por primera vez, ellas alcanzarán a ver mi sonrisa de culposo placer, justo antes del mordisco, escandaloso y fatal.

(Pavada inspirada por un comentario propio en esta entrada de Esperma Digital, glorioso orgullo bahiense).