Agobiado por la morisqueta ensayada, el bombardeo mediático, la estructura monstruosa, la proclama bienintencionada y la sonrisa para la foto, uno llega a olvidarse de que una canción como Until the end of the world pueda ser tan retorcidamente enferma, tan cínica, tan oscura y tan, pero tan buena.
Pero después uno va y, por suerte, se acuerda.