Después de una ardua lucha cuerpo a cuerpo con el Macromedia Flash MX, al fin estamos en condiciones de inaugurar Canción del momento, flamante sección musical de Amor Entintado. Puede todavía resultar algo precaria y desprolija, así que agradezco mucho cualquier reporte de malos funcionamientos o rarezas impensadas.
La idea básica, inspirada casi directamente por el Song of the Week de Asterisk, el sitio de D. Keith Robinson, es ir colocando aquí arriba a la derecha (de vez en cuando y sin ninguna promesa de regularidad exacta) canciones que me parezcan interesantes para compartir con los sufridos lectores de este rincón.
Como a muchos, me gusta la música. Trato de escuchar de todo, dentro del ambiente sonoro bastante miope en que discurre mi vida (seguramente me estoy perdiendo de un cantautor fantástico en Mongolia del que jamás disfrutaré). Existen infinidad de canciones y melodías que me gustan, que me causan placer, que tarareo en la ducha, que silbaría mientras construyo (digamos) una repisa para poner frasquitos de especias en la cocina.
Pero hay algunas canciones que son más. Canciones que se rebelan y pasan al frente de la clase a dar la lección, y aunque están para un siete les pongo un diez por la falta de vergüenza al lucir los zapatos sucios y porque le guiñaron el ojo a la morocha del primer banco, que jamás les dirigirá la palabra. Canciones que me producen deseos irrefrenables de mudarme a un ático en París y escribir una novela espantosa. Canciones que pueden pintar las paredes de otro color con tres acordes. Ése es justamente el tipo de canciones que quiero poner en la vidriera de esta nueva sección del blog.
Para la inauguración opté por una canción que no dejé de escuchar al menos una vez por día en los últimos tres meses: Pink Bullets, de The Shins.
Hace unos años, mi hermano y yo solíamos entrenernos a la hora del almuerzo con juegos como "conectemos estos dos actores a través de la menor cantidad de películas" o "cuál es el tema número siete de tal disco". Uno de estos divertimentos consistía en nombrar los mejores dos o tres segundos de una canción, reduciendo su atractivo a la mínima expresión. Por suerte no existía todavía este disco de The Shins, Chutes Too Narrow, porque jamás podría haberme decidido: rebosa de punta a punta, casi obscenamente, de momentos perfectos.
Esta canción, creo, sirve de muy buen ejemplo. Cuatro o cinco acordes, una melodía repetida una y otra y otra vez, un órgano sosteniendo todo allá al fondo, un interludio de (¡horror!) armónica. Y sin embargo me resulta de una belleza deslumbrante. Y las letras, ah, las letras. Imagino que varios darían la mano derecha por ser capaces de garrapatear con la zurda algo que resultara la mitad de bueno y simple a la vez.
Jamás una traducción (y menos la mía) puede capturar todo, pero creo que vale la pena intentar con algunos pocos versos. Se habla, como suele ocurrir, de algo que ya no está.
When our kites lines first crossed, we tied them into knots
To finally fly apart we had to cut them off
Cuando se cruzaron los hilos de nuestros barriletes, los anudamos
Para al fin volar separados tuvimos que cortarlos
Y se habla también de los efectos de esa ausencia.
Since then it's been a book you read in reverse
So you understand less as the pages turn
Or a movie so crass and awkwardly cast
That even I could be the star
Desde entonces es como un libro que se lee hacia atrás
Así que entendés menos a medida que pasan las páginas
O una película tan grosera y de reparto tan extraño
Que hasta yo podría ser la estrella
Pero, de todas maneras, vale la pena. Como siempre.
But your memory is here and I'd like it to stay
Warm light on a winter day
Pero tu recuerdo está acá y me gustaría que se quedara
Luz cálida en un día de invierno
Es verdad de Perogrullo que los gustos son intensamente personales. Pero quizás a alguien que pase por aquí estas canciones le hundan los dedos en el mismo rincón del alma, y podremos anotar otra cosa en común en nuestra lista.
Nada se pierde con probar.