La trastienda de este chiringuito es muchísimo más interesante que la vidriera, les aseguro. Ahí, cubiertos por una fina capa de polvo, se amontonan frases sueltas, títulos crípticos y jirones de inspiración repentina. Semillas que en buenas manos podrían llegar a ser flor, pero que tuvieron la mala fortuna de caer en un jardín donde casi nunca llueve.
No son estas páginas más que un humilde cementerio sin lápidas a donde vienen a morir, deformes e irreconocibles, ideas que quizás alguna vez prometieron algo. Lo maravilloso es que hay gente que sigue pasando a traer flores.