Allá va el astrónomo gastrónomo
flotando muy quieto y frío en el vacío.
Se lo ve casi tan muerto como Humberto,
aquel pícaro abogado asesinado
por un defendido bastante ofendido.
Se embarcó en su cohete de juguete,
viajando por siete años sin un baño
y recién al arribar se vino a enterar
que no hay queso ni aceitunas en la luna
y quedaba devastada su picada.
Saludos al astrónomo gastrónomo
que, aunque no lo merece, hoy perece
sin quejarse del frío ni decir pío.
Esta impresentable rima forma parte de "¿Quién necesita a los adverbios?", un libro de lengua y literatura orientado a niños de tercer grado de primaria que cuenta con el dudoso honor de haber sido prohibido (aún antes de su publicación) por los Ministerios de Educación de 173 países.