Promesa

A partir de mañana, quemaré mis libros y jamás volveré a leer un verso ajeno. Mis paredes quedarán salvajemente desnudas de toda lámina brillante. Cerraré las ventanas para que ningún sonido se cuele en el aire de mi cuarto.

Y mis palabras serán las más mediocres y estancadas, y mis trazos serán mortalmente pálidos, y mis acordes se repetirán hasta el hartazgo, pero al fin me libraré de toda inspiración fuera de esta escasa, perezosa, vulgar, pero innegablemente propia musa.