Buenos Aires, 3 de Enero de 2006 - En alguna esquina de los suburbios de esta ciudad, en el interior de una sobria oficina de paredes despojadas, tuvo lugar esta tarde una reunión de ribetes históricos que en el futuro será indudablemente considerada como el punto inicial de una historia de gloria y triunfos. Allí, durante una charla que se estiró por varias horas, el ya retirado astro futbolístico Diego Maradona se encontró por primera vez con Mateo El Grande, notable prodigio de las canchas que ya deslumbra a propios y extraños por sus habilidades con el balón a la tierna edad de un año y tres meses.
Pocos detalles pudimos recabar de dicho encuentro, ya que apenas tuvimos oportunidad de recopilar unas breves frases y tomar un par de fotografías con nuestra cámara antes de ser invitados a retirarnos del recinto. Pero la sensación de que allí estaba ocurriendo algo realmente trascendente era imposible de ignorar.
La charla, por momentos, se asemejaba más a un soliloquio del ex-número 10 de nuestra selección, con el ínfimo proyecto de crack absorbiendo los conceptos como si de un alumno aplicado se tratara. "En tu vida vas a tener que sufrir constantemente a tipos como éstos, alimañas que buscan meterse en tus cosas y revolver tus trapos sucios", dijo el astro mientras señalaba al presente cronista y al fotógrafo que me acompañaba. "Pero vos tenés que tratar de abstraerte de todo eso y de preocuparte únicamente por llenar la cancha de belleza y de hacer feliz a la gente. A toda la gente, y muy especialmente a vos mismo". Mateo mantuvo sus ojos fijos en el astro mientras éste completaba su idea con una última frase casi críptica, pero que el pequeñuelo pareció entender a la perfección: "Manchá la pelota, sí, pero sólo con la tinta del amor".
La segunda imagen que pudo rescatarse de esta histórica cumbre muestra el momento en que Maradona, con lujo de detalles, rememora por enésima vez en su vida el segundo gol a Inglaterra en el mundial de México de 1986. El pequeño Mateo, en una reacción visceral que seguramente heredó de su padre, no puede evitar derramar algunas lágrimas de emoción. Hasta el habitualmente impasible representante de la joven futura estrella, un enigmático personaje sólo conocido como "el Gordo Barney", aparece visiblemente conmovido por la escena.
Instantes después, las puertas se cerraban a nuestras espaldas y la reunión se alejaba de miradas indiscretas. A pesar de la brevedad del lapso en que fuimos testigos de esta cumbre, algo resulta absolutamente claro: Maradona ha elegido a Mateo El Grande como su sucesor natural, ungiéndolo durante este encuentro como una suerte de mesías llamado a recuperar la gloria futbolística que nuestro país algún día supo tener. La antorcha, mis amigos, cambió de mano.
Que los eventuales rivales de Argentina en el mundial del 2026 empiecen a preocuparse muy seriamente.