Finalmente vulneraron las barreras de contención en los límites de la ciudad. Ahora se dedican a exterminar a los miembros de la resistencia, generalmente vaporizándolos sin mayor ceremonia o usando los cadáveres como comida para sus caballos salvajes. Algunos pocos, los menos afortunados, son reprogramados: mantienen sus características humanas básicas pero pierden todo interés en rebelarse ante tanto horror. Pasan el resto de sus vidas como sirvientes, dedicados sin descanso a las tareas más pesadas y denigrantes.
Nada de esto me preocupa en lo más mínimo. Tengo varias toneladas de estiércol que limpiar.