Ciertas crónicas del Nuevo Mundo dan cuenta de una dócil tribu que suele habitar las copas de los árboles que abundan en los márgenes del Río de la Plata, cuyos miembros lucen desmañadas cabelleras y sonrisas devastadoras, y a quienes sólo se suele avistar cuando el látigo inclemente del otoño despoja a sus enramados hogares de su verdor habitual.
Estas torpes pruebas fotográficas no hacen más que confirmar la veracidad de aquellos centenarios apuntes.