La ruta serpentea allá adelante, como una tentadora lengua de pavimento pegajoso. Ronroneando bajo sus dedos, el motor parece rogar por más. En ese preciso instante, un solo bestial de slide derrite los parlantes y hace que Buenos Aires y Detroit se confundan en un mismo ahora. ¿Existe acaso alguna otra opción, excepto cerrar fuerte los ojos, sacudir la cabeza y pisar a fondo el acelerador?
Hoy la noche está, bien literalmente, en pañales.
(Imágenes sin sonido debido a la irremediable ineptitud del camarógrafo)
Reflexión al margen: El video capturado en celular, por pobreza de imagen e implicaciones sentimentales, es sin lugar a dudas el Super-8 de las nuevas generaciones.