Las puertas y ventanas estaban cerradas por dentro. Todas las huellas encontradas pertenecían a la víctima. Las ochenta y siete puñaladas descartaban un suicidio. No había rastro del arma homicida. La lista de sospechosos era inexistente.
—González, este caso es un verdadero intríngulis —musitó el inspector Salazar, e inmediatamente estalló de placer por haber logrado usar esa palabra por primera vez en su vida. La habitación quedó cubierta de una tibia papilla rosada. El caso seguía complicándose.