Caperucita roja, vestida para la ocasión con grandes botas, una camisa a cuadros y barba de dos días, usó su hacha para abrir un tremendo tajo en el estómago de la abuelita disfrazada de lobo disfrazado de abuelita, de donde habría de emerger segundos después el verdadero leñador, graciosamente ataviado con peluca gris de rodete y florido camisón, ante la atónita mirada del lobo feroz, irreconocible bajo su amplia capa carmesí con capucha al tono.
Pinocho, camuflado a un costado como armario de larguísimo picaporte, apenas podía aguantar la risa. Las cosas en Bosque Encantado siempre se ponían más divertidas durante el carnaval.