Luego de interminables rodeos para despistar a las autoridades, que incluyeron tramos en balsa por el Mar del Norte, cientos de kilómetros camuflados entre los cerdos cargados en el remolque de un antiquísimo camión marca Bedford y hasta un cruce en globo sobre la zona de Renania-Westfalia, al fin arribamos a nuestro primer destino: la hermosa ciudad de Hamburgo.
El agotamiento y la caída de la noche impidió que recorriéramos más de un par de cuadras del lugar, pero aparentemente, al mirar hacia arriba, uno puede encontrarse a diestra y siniestra con edificios blanquísimamente germánicos como éste:
Además, pudimos cerciorarnos de que no todo aquí es salchicha y sauerkraut. Si uno se tienta, siempre puede deleitarse (¡por sólo un euro!) con alguna delicia bien globalizada:
Mañana, con energías renovadas, habrá mas noticias para este boletín.