Es hora de que ustedes sepan que, día tras día, un ejército de robots invisibles teledirigidos enviados por la CIA se dedica a destruir mis obras más brillantes sin dejar rastros, y acá sólo queda lo que ellos consideran completamente inofensivo e irrelevante.
Revisando estos despojos tengo que admitir algo: estoy completamente de acuerdo con su perverso criterio.