Reencuentro

El reparto resultó bastante ecléctico: corazón para un oficinista triste de Praga, pulmones para una gitana andaluza, dos relucientes riñones volando a Londres con destino de jovencita punk y un hígado que le salva la vida a un sesentón alcohólico de Nápoles. Tanto desparramo geográfico complicó el plan, pero tiempo y paciencia es lo que sobra acá del otro lado. Eventualmente, a base de falsas casualidades, sugerencias plantadas en sueños y repentinas obsesiones inexplicables, logré reunir a todos mis receptores bajo el sol de una tarde de otoño. La nota de tapa en Le Monde, hiperbólica como era de esperarse, se refirió al hecho como "una desenfrenada orgía en pleno día a los pies de la Torre Eiffel, con participantes de variadas edades, razas y procedencias, entregados a su apasionada tarea como si una mano invisible guiara sus más bajos instintos". Yo prefiero hablar de un bonito reencuentro conmigo mismo.