Estimada Stella Maris:
Quiero que sepa que cuando la otra noche decidió abandonarme (esgrimiendo como frágil excusa el hecho de que mis metáforas románticas no eran de su agrado), fue como si le hubiera tirado un displicente drop shot a mi corazón, que a duras penas estaba aguantando el peloteo parado a dos metros de la línea de fondo.
Por siempre suyo,
Benito