Los pocos científicos que quedan se dedican a llenar pizarras con gráficos y ecuaciones que justifican muy racionalmente todo lo que está pasando: el cielo constantemente teñido de dorado y verde, la lluvia con gusto a panqueque, las bananas venenosas.
Pero hasta que no le encuentren una buena explicación a las jaurías de hamsters alados, no pienso salir de mi cama.