Humor salvaje

El jaguar barritaba. La serpiente mugía. Los monos piaban. El hipopótamo ronroneaba. Las cigüeñas balaban. Y la broma hubiera sido perfecta de no ser por esa nutria que se tomó su leonino rol demasiado a pecho y, además de rugir como una enajenada, se devoró entero a un desprevenido visitante del zoológico.

Ni la bolsita de pochoclo se salvó.