Algunos optaron por dedicarse a la ingenería genética, otros se inclinaron por la epidemiología aplicada. Biólogos marinos, científicos nucleares, inseminadores artificiales, granjeros hidropónicos.
Al final, la clave para salvar a la humanidad era la especialización en lucha cuerpo a cuerpo con hormigas mutantes asesinas, pero a nadie se le ocurrió ocuparse del tema. Ahora es demasiado tarde.