El Mundial de Fútbol se cierne, omnipresente e inevitable, sobre todos nosotros. Y Mateo El Grande, fiel a su tradición de precoz delincuencia, seguramente aprovechará esta inmejorable oportunidad para hacerse con el liderazgo de la temible barra brava argentina, destinada a asolar las apacibles tierras germanas. Por ahora, el pequeño salvaje demuestra la seriedad de su misión dedicando varias horas diarias a entrenarse en diversas actividades requeridas para desempeñar con idoneidad esta importante labor, tal como se demuestra en los siguientes testimonios fotográficos:
Ejercicio 1: Poner cara de inocente y desentendido, mientras se ocupan las manos (fuera de la imagen) en quitar las dos pilas tamaño AA de la radio portátil para revoleárselas al juez de línea más cercano, quien nos cobró ya varios offsides inexistentes.
Ejercicio 2: Demostrar una alegría incontrolable y contagiosa al comprobar que el ataque al mencionado árbitro asistente fue efectivo, a juzgar por la necesidad de los médicos de realizarle una tomografía computada en pleno campo para evaluar la gravedad de su conmoción cerebral. Como beneficio adicional, esta misma expresión puede utilizarse en el poco probable caso de que haya algún gol que festejar.
Ejercicio 3: Colgarse del alambrado y engalanar con ocurrentes epítetos el árbol genealógico completo del volante creativo del equipo contrario, buscando desconcentrarlo en su labor, sin importar que el susodicho no comprenda ni una sola palabra del idioma castellano.
Autoridades policíacas alemanas, un simple consejo: prepárense para lo peor.