Sherlock Álvarez paseó lentamente la mirada por la habitación, deteniéndose por varios segundos aquí y allá y forzando el entrecejo en una expresión deliberadamente concentrada, para beneficio exclusivo de la media docena de oficiales de segunda línea que trabajaban en la escena del crimen.
Íntimamente, sin embargo, nada justificaba tan concienzuda estampa. Como siempre ocurría, para él ningún elemento del lugar podía transformarse en pista o indicio. El espejo resquebrajado, las fotografías instantáneas desparramadas sobre la alfombra, ese solitario zapato de hombre bajo la cama, aquel críptico mensaje labrado en la pared con un cuchillo ensangrentado: nada de ello tenía el más mínimo sentido en su cabeza. El mecanismo deductivo le resultaba completamente ajeno e inescrutable.
Cuando sus ojos se detuvieron en la maraña de cabellos revueltos, uñas rotas y profundos tajos carmesí que se desparramaba sobre la cama, no lo soportó más. Disimulando torpemente la repulsión que lo invadía, dio media vuelta y salió de la habitación casi al trote.
Mientras vomitaba lo más silenciosamente posible en un rincón oscuro del jardín, maldijo entre susurros por enésima vez a su madre y su particular sentido del humor al bautizar a sus dos hijos. De pequeño él había soñado, como todos, con ser bombero o astronauta. Ya de adolescente, al momento de inclinarse por una carrera, jugueteó con la idea de estudiar arquitectura o dedicarse a las letras. Pura ilusión inconducente, porque la vida se encargó de comprobarle que con un nombre como Sherlock no hay forma de escaparle al destino. De nada importó su rotunda incompetencia para ese oficio que le había sido impuesto en un Registro Civil apenas horas después de haber nacido.
Arrastrando los pies camino de vuelta hacia su dantesco presente, pensó en su hermano menor con una mezcla de admiración y envidia. Si bien ser mayordomo podía ser considerado denigrante y monótono por algunos, para Sherlock hubiera sido un bálsamo comparado con el infierno de las investigaciones criminales. Definitivamente, Perkins Álvarez la había sacado barata.