Llama el doctor temprano para decirme que la biopsia salió bien y que el bulto es benigno. Los tomates del almuerzo están excepcionalmente jugosos y rojos. Por la tarde, a la sombra de un sauce de la plaza, María me besa por primera vez. La voz engolada del presentador del sorteo vespertino anuncia que los números que vengo jugando religiosamente son los únicos beneficiados con el millonario pozo acumulado.
Pero cuando estoy por acostarme me golpeo sin querer con la pata de la cama justo a la altura del dedo chiquito del pie y, la verdad, ya no estoy tan seguro de que éste sea el mejor día de mi vida.